Hace hoy un mes que inicié este blog. ¿Por qué, de la noche a la mañana, cualquier peatón como yo decide abrir un blog... con la misma facilidad conque se abre una lata de caballa? Ni idea. O al menos, no tengo yo idea clara de por qué lo hacen los demás, cuando yo mismo intento buscar en estas líneas por qué leches lo hice yo.
Bueno, en mi caso todo empezó más o menos cuando me casé, hace unos 20 años. Y la culpa, si culpa hay que confesar, de las servilletas de los bares es. Servilletas con un garabato, servilletas con dos líneas escritas a la ligera y que al día siguiente ni yo mismo entendía. Servilletas en taquigrafía, en morse, en Braille o en esperanto; servilletitas arrugadas en un bolsillo de una chaqueta, en un bolsillo de un pantalón. Papelitos, hojillas de una libreta, cachitos de tarjetas, estampas de santos, almanaques: pero todo con mi letra carrasposa -como mi voz- detrás impresa.
Cuando te casas y sigues escribiendo como un adolescente acnésico, a un ritmo y con una constancia (llaméselo demencia) que ya quisiera Jack el Destripador, no es difícil que te levantes una mañana y te preguntes, mientras te afeitas, que para qué coño quieres tantos papelitos. Es exactamente la misma pregunta que a mí me hizo mi esposa cuando, desatascando el filtro de la lavadora, encontró lo que ella creía eran pañuelos de papel usados: y no era eso, ¡no era eso...! Eran servilletas, hojitas de libreta, tarjetas, cartones... que iban a la basura y sólo yo sabía lo que había escrito en ellas: un cachito de mi cada día.
Mas dilucidando que cada trozo de papel que a la basura volaba era un trocito de vida que sólo yo había rebañado, es como decidí compartir mi pan con mi hermano. La vida, al fin y al cabo, de los peatones como yo, no es demasiado distinta a la de los peatones como tú. ¿Quién no compra un cupón porque ha soñado con el 15 y resulta ganador el 00012? ¿Quién no pega un moco en una farola o en una señal de tráfico, mientras lleva al hijo al colegio? ¿Quién no se ha sentido culpable por el pedo de quien está sentado al lado, en la barra de un bar, y no sabe cómo demostrar su inocencia...? La vida, la vida, la vida.
La misma vida que a mí (en vez de hurgarme la nariz y tirarme pedos, y no quiero señalar); la misma Vida que a mí, me hacía arrancar una servilleta, escribir en ella y perderla después por un bolsillo del pantalón, la camisa o la chaqueta.
Hasta que mi esposa observó que la lavadora, cuando centrifugaba, se iba dando grandes saltos hacia la terraza. Y a veces, no volvía hasta muy tarde.
En fin. Inicié un blog hace un mes ahora, exactamente, porque tengo dos tontas manías desde hace 30 años: escribir en servilletas y después perderlas. Inicié mi blog para fotografiar instantes... pero sin pixels ni colores, sólo a base de letra y zoom.
Ha pasado un mes y tengo en este blog unas 2000 visitas, lo que no considero demasiado mal... máxime cuando mi mujer no se queja por los papelitos en los bolsillos. Y la lavadora, hay que reconocerlo, después de centrifugar vuelve a casa antes de las diez.
Seguramente que cuanto ahora escribo, mañana -cuando intenten incinerarme- será papel quemado, ceniza, abono para plantas o E-19 para yogures y derivados. No lo sé. Pero al menos sé que lo que escribo, lo leéis unos cuantos y no se lo come la lavadora.
Y por eso escribo y por eso inicié este blog, hace un mes. Porque mañana -cuando pretendan enterrarme-, mis miles y miles de servilletas garrapateadas serán chispas de fuegos artificiales, perdidas por el espacio, que quizás lleguen a manos de un extraterrestre que ignore que a veces -aquí abajo-, sabíamos sonreír.
Y por eso, más o menos, me hice un blog: por el exceso de servilletas que hay en los bares. Lo que hay que ver, dios. Y las vueltas que da la vida y si te vi, no me acuerdo.
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Yo escribo porque me enamoro todo el rato.
ResponderEliminardime quién no escribe para enamorar? Dímelo. Dime quién no escribe para purgar culpas consigo mismo. Dime quién dice que escribe porque no sabe qué hacer. Dime quién escribe hoy?
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Yo escribo para conocerme. Me gusto tu idea!!!
ResponderEliminarYo escribo por MIL motivos...pero el que más aliciente tiene, es el enamoramiento por cualquier cosa, aunque sea insignificante, si a mi me llena, genial....Me ha gustado tu idea...gracias por tu compañía...saludos.
ResponderEliminarGracias, amiga, por tu paseo por mi blog. Gracias a dios, hay mil motivos para escribir y sólo uno para no hacerlo: creo que la pereza, porque todos llevamos algo dentro que debiéramos compartir. Un saludo, cielo.
ResponderEliminarMe imagino que escribes para no volverte loco.
ResponderEliminarRealmente no lose; no dejes de hacerlo.
Talento mas voluntad, mezcla explosiva.
o quizás haya que andar ya algo loco para escribir. En todo caso, ambas cosas se compaginan bien. Un maridaje casi perfecto.
ResponderEliminarYo escribo porque mi memoria no puede recordar todo lo que mi cabeza cabila. Y sobre todo, porque en el fondo, me gusta que me lean. Es un poco loco pensar en que te gusta que te lean y a la vez te da verguenza del qué pensarán...
ResponderEliminarSaludos.
María Eva.
Gracias por pasar por aquí, María Eva. Evidentemente, creo que a todos nos gusta que nos lean, al igual que los que escribimos somos personas que hemos leido bastante. En verdad, todo es recíproco. Damos lo que recibimos... Un saludo muy afectuoso.
ResponderEliminarSALUDOS...
ResponderEliminarTU BLOG ES MUY BUENO, NOS ENCANTA, POR LO CUAL TE OTORGAMOS EL RECONOCIMIENTO DE LOS PREMISO GdelI.
PUEDES BUSCAR EL DISTINTIVO EN LA WEB.
iniciaste un blog para expresar lo que sientes, y contarle a alguien lo que sientes. quizás todos iniciamos un blog por eso, para que alguien aunque este lejos nos escuche y a la vez se sienta identificado con nuestras palabras.
ResponderEliminartienes mucha parte de razón. Al fin y al cabo -y no son palabras mías, pero las acepto- solemos escribir para que nos quieran más. No recuerdo quién lo dijo... aunque sé que le faltó matizar un par de detalles. Escribimos para que nos lean, pero escribimos para leernos. Y no lo digo en el sentido literal de la palabra. El sentido que intento darle -o el sentido que encuentro a lo que escribo-, es que cada letra me desnuda, cada renglón me pone en aprietos, cada página me enfrenta conmigo mismo... Y cuando me miro en este espejo de letras, a veces consigo descubrirme in fraganti.
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