Nos tomamos una cerveza, amigo, nos medimos con la mirada, nos contamos las canas de la barba y vemos a unos críos salir del colegio: ¡ah, los niños! ¡Ay, la infancia...!
Divino tesoro, suspiramos.
Y yo hoy te digo que no, compañero.
¿Pero de veras merecen ser recordados los lejanos años de la Infancia? Me pregunto si aquéllos patios en sombras, si aquélla cocina oliendo a coliflor o lentejas, si aquélla madre gritona, si aquél padre intermitente; me pregunto si aquéllos escenarios que hoy restauro dando cincelazos a la memoria, merecen siquiera un vistazo, una lágrima, una sonrisa.
¿A qué esta manía, tan estúpida como humana, de mirar hacia atrás... pero siempre para echar en falta, nunca para reconocer lo que sobra?
¿A qué ese empeño insano y cangrenante por querer reconocernos entre las imágenes de una fotografía en blanco y negro, como si esa cara sin arrugas y todavía sin cuartear tuviera por fuerza que tener algo que ver con la cara, los ojos y el aliento de quien hoy la contempla?
¿Por qué siempre recordar para acabar tragando saliva o zollipando, pero nunca para soltar aire y gritar al cielo, ¡pufff, al fin: ya pasó! Ahí estuviste pero ya no estás.
Oh, la Infancia, oh, lalá. Bien, pero la infancia es una edad muy jodida, no lo olvides tú también, amigo. Mi infancia como la tuya, fué un acorde monótono de broncas y collejas. De madrugueos incomprensibles. De clases tediosas. De confesiones humillantes y delitos ocultos que me facturaban, en un sí es no, a los más recónditos infiernos. De domingos que duraban dos horas y empezaban a anochecerse antes del almuerzo, tan exiguos como recreos de treinta minutos. De lunes patibularios donde echaba a andar una jornada que apenas si entendía....
Vale, vale, vale, parece que te oigo refunfuñar. Sí: había una amistad, había unos juegos, vale que había hasta amorcillos chiflados y etéreos, y te admito que hasta un beso que quizás existió o quizás en verdad la brisa me hizo soñar. ¿Pero y qué...? También hoy tengo amigos. También hoy juego a la oca con mi hijo o al póker con cualquier desventajado. Y todavía, mira qué tonto, la brisa me trae un beso y me siento enamorado de nuevo, sonrío y me impregno como papel fotográfico, un día sí y otro no, pero revelando las fotos, ya, que mañana me harán ir a querer reconocerme en una cara barbuda, cuarteada y con arrugas junto a los ojos... La cara que hoy tengo y no volveré a tener mañana.
La infancia, amigo, existe cuando ya ha pasado.
La infancia no es más que un laberinto para ratones albinos: en cada esquina un trozo de queso, pero siempre sujeto a un cepo. Mira qué chasco, que no pasa un día sin que te cojas un dedo y a veces hasta la nariz. Aunque después, con los años, sea cómodo olvidar que nuestros primeros pasos fueron una riada de lágrima y moco, una tempestad de frunces y pataleos, un alargar el dedito con la mayor ilusión del mundo para terminar dando un respingo y llevárnoslo a la boca, amorachado o sangrante.
Por eso, amigo, me ha dado por pensar en positivo cuando he visto a una infancia desbocada que celebraba sus vacaciones a las puertas de un colegio, hace un rato.
En positivo, sí, aunque pienses por lo que llevas leído (a mi me ocurriría lo mismo) que estoy escribiendo en el alféizar de mi quinto piso, antes de saltar sobre el tenderete del bajo-A, con el teclado en las manos.
La Infancia es el timo de la estampita, sólo que cuando lo descubrimos es demasiado tarde para reclamar nuestros recuerdos a cambio de esa foto en blanco y negro que nos endiñaron, y que ahora con gran melancolez nos paramos a observar.
Es, amigo, la Infancia, creernos que porque no encontramos hoy la Felicidad, es porque tuvimos por huevos que haberla perdido en la curva más lejana de la vida... cuando quizás, ni siquiera nos la hayamos echado nunca -o todavía- a la cara.
Aquí te dejo esto. Para que si nos vemos dentro de treinta años, no me traigas fotografías de noventamil píxeles diciendo que hoy, midiéndonos con la mirada, tomando una cerveza y contándonos las canas, éramos los más felices del mundo.
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Siempre es bueno mirar hacia atrás. Normalmente miramos hacia atrás cuando por determinada circunstancia o motivo necesitamos repasar el pasado para bien o para mal.
ResponderEliminarPara aquellos que estamos lejos de los nuestros o simplemente para decir: Porque fuimos tan tontos al lado de los que hoy en día son los niños... una panda de chavales que no tienen restricciones alguna (por ejemplo).
Simplemente a mi parecer la vida es pasado (del que aprendemos), presente (En el cual intentamos echar pa lante) y futuro (Quien sabe que ocurrirá!!!)
Muy buen articulo Jesús. Interesante manera de escribir ;).
Un Abrazo
Gracias por tu visita. Escribo desde que tenía 14 años, o sea que hacen ya 32. He leído mucho y a base de leer creo que sé cuándo poner un acento, cuándo una coma, cuándo un punto y seguido ó cuando un punto y aparte.
ResponderEliminarLo que tánto leer nunca me enseñó, es a conocerme.
Hoy te digo verde y mañana defenderé, a puño y espada, que es amarillo limón.
Escribir sólo me proporciona el placer de escribir.
Y son comentarios como el tuyo, los que en verdad me van enseñando quién leches soy.
Eso sí. Tampoco me arrastra un especial interés en saberlo. Porque cuando lo sepa, seguramente que no necesitaré escribir.
Un fuerte abrazo y gracias por venir.
Por cierto, métele a tu blog un apartado para novatos como yo. Seguro que muchos te lo agradeceremos.
Somos el producto de aquello que aprendimos y los recuerdos reflejan a veces con grima y otras con añoranza como pasó la vida tan rápida, tan escasa y que hoy no podemos recuperar.
ResponderEliminarEso sí, nos queda el futuro de los que llegan nuevos, son esos hijos a los cuales con una de cal y una de arena les vemos evolucionar, evitar piedras en las que nosotros pecamos y sobre todo recibiendo ese aliento que por época o tiempos nosotros nunca recibimos y si alguna vez llegó lo hizo tan tarde que ni lo recordamos.
Un abrazo querido amigo y gracias por tu crítica constructiva.
Encantado, Jose. Siempre es grato poder mantener una conversación, aunque sea en la lejanía y a golpe de teclado. Coincidimos todos en que aprendemos, en que marchamos adelante y pocas veces hacia atrás. Darwin hizo fé de ello. Y los perritos de Pávlov, salivaban ante un estímulo externo. Mi arrogancia -si debo aplicarme cierta arrogancia a la hora de escribir-, pasa por encima de Darwin, de Pávlov y de Eduardo Punset si se tercia.
ResponderEliminarNo es que pretenda conducir por el carril de la izquierda, simplemente reconozco -con cierta perspectiva-, que he aprendido más de mi hija que de mis padres.
Y el resto del artículo, es pura ironía, puro sarcasmo, puro ejercicio literario o pura verdad.
El Humor, es una coartada muy lícita para salirte por la tangente cuando quieras... Por mucho que el humor, a lo tonto y a lo tonto, termine por desnudarte.
Un fuerte abrazo.
Pues yo no me acuerda de nada Ñao,te lo juro.Mis recuerdos empiezan con el primer beso, el primer cigarrillo , mi primera resaca. Yo debería tener 38 años, porque los diez primeros no me deberían contar. Yo esto lo achaco a alguna pedrada perdida que me lleve.
ResponderEliminarEn serio, ñao, felicidades por esta entrada tan bonita, me ha encantado, no paras de superarte.
" No hay distancia mas lejana en la tierra que el ayer." Robert Nathan.
Yo ya espero tu escrito de mañana.
suelo escribir, ñao, de lo que no recuerdo. Y eso me da mucha vidilla para inventarme el pasado o el futuro. No soy, no, un viejo carrete de fotos. Puedes observar perfectamente en este blog, que escribiendo solamente yo, mudo el pellejo en cada artículo para que aparezcan -o parezcan- mil yos. El padre, el chistoso, el amargado, el carne de psiquiatra, el amigo, el chulo... Verás que no se siguen dos artículos escritos "con el mismo carácter..."
ResponderEliminarMañana, de mis tantos yos, diré exactamente lo contrario de lo que hoy afirmo.
Y me quedo tan pancho.
Escribir es inventar. Y lo contrario, son las Memorias o el Testamento.
Por ahora, no pretendo para nada atenerme a la verdad.
Un abrazo.
Miraos hacia atrás cuando más solos nos encontramos, nos entra morriña y maldecimos muchas veces no haber aprovechado esos momentos y haber querido que la vida pase más rápido.
ResponderEliminarRealmente somos incompresibles: deseamos que la vida corra y sin embargo también deseamos que retroceda.
Sigue así, tus textos siempre llevan a reflexión y a dialogar
es cierto amiga, siempre me he preguntado por qué deseamos, pongo por ejemplo, que pasen volando los lunes, los martes, los miércoles... para llegar deprisa al viernes, ¡ay, lo que daremos mañana por un lunes más, por un martes más...!
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, y gracias por tu visita y tu acertado comentario.
supongo que todo este mito de la infancia idilica de las fotografias se debe a la frase (también mítica) de que cualquier pasado fue mejor, cuando en realidad lo unico que tiene de mejor es que esta lejos.
ResponderEliminarEn realidad la infancia muy temprana la recuerdo como una epoca de despreocupación, cuando aun no eres consciente de que existe más mundo que tus juegos y cuando tus exigencias
simples se limitan a la gratificación inmediata. Pero eso dura muy poco, enseguida que empiezas a tener algo de conciencia es cuando empiezan los problemas, porque eres demasiado niño para quejarte o para hacer algo y todo los demas son lo que toman las decisiones y las victorias de las broncas por ti. Yo recuerdo la infancia como una epoca de soledad, porque soy hija unica y las mesas estan diseñados para cuatro personas y no para tres (es una reflexión estupida, pero sencilla de lo que sentia). Creo que cada epoca tiene sus glorias e impotencias y esto incluye tambien la infancia.
Aunque a mi por el contrario, me gusta ver las fotos viejas y engañarme un poquito sintiendo que en ese viejo papel "cualquier pasado era mejor", aunque creo que en realidad la culpa de eso la tiene mi amor por la fotografia y no por el pasado^^
Gracias por hacernos reflexionar.
Un abrazo.
gracias por tu comentario, mi amiga. Si piensas que mi artículo hace reflexionar, yo pienso que es recíproco, porque también los comentarios como el tuyo hacen igualmente reflexionar y adoptar una perspectiva distinta.
ResponderEliminarIgualmente, la imagen de una mesa para tres se me ha grabado inmediatamente en la retina. No se puede describir más fotográficamente un sentimiento.
Muchas gracias, amiga, y un sincero abrazo.
Entre tu forma de escribir y la mia, entre nuestras visiones de la vida hay la misma diferencia que existe entre una fuente y un charco.
ResponderEliminarNo te seques nunca para que de fuente pases a rio.
No veo charcos ni fuentes, amigo Raul, sino un mar a veces agitado o a veces calmo; pero un mar que tanto a usted como a mí nos gusta navegar, porque hacemos de nuestros bolígrafos remos, y de nuestras palabras viento.
EliminarEs un placer ser su amigo, Raul. Gracias.
Ya hablaremos de esto cara a cara....
ResponderEliminarY espero que pronto, vieno amigo,jaja. Espero que muy pronto... Un abrazo.,
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