martes, 15 de octubre de 2013

-- Para mi socio


A ver, socio cabezota, qué quieres o qué crees que puedo decirte yo. 



Me lo comunicó el otro socio, el poli, que ya sabes tú que en el Turno de Noche teníamos entonces de todo. Que vas y te mueres, eso me dijo el 9 de agosto pasado. Con 35 tacos. Siempre has sido, socio, exagerado para todo. Siempre has sido demasiado retador, demasiado ansioso, demasiado fuerte, demasiado confiado... Y solamente a ti, claro, se le ocurriría echarse un pulso con la muerte.
Tu problema es que has sido, o fuiste, demasiado grande en todo. En tamaño, en fuerza, en ilusiones, en ganas y hambre de vida, en corazón...
No sabes lo que me jode escribirte ahora. No sabes lo que me ha costado no hacerlo antes. Pero no podía. No podía. Sencillamente no podía, Juanma.
No imaginas, macho, desde el mes de agosto, lo que me he acordado de ti. La de veces que apareces en mis sueños, en mis pensamientos o en mis recuerdos. Y para colmo (no te rías, que te imagino partirte de risa) la única fotografía que tenía de ti y que casi a diario miraba era la de ese famoso almanaque medio desnudos que hicimos...
Hay que joderse. Pero es cierto. Llevo desde agosto pillando el almanaque, pasando sus hojas hasta llegar a tu fotografía y deteniéndome en ella. Para recordar aquélla noche. Para partirme de risa. Para evocar cada instante, macho, viejo socio, y terminar al final con lágrimas en los ojos que no son ya, por desgracia, lágrimas de risa como las que aquélla noche compartimos...
Qué duro, socio, qué duro. Tú me entiendes y sabes que te lo digo con cariño: qué cabrón eres.
Nadie se va así porque sí, socio. Y menos la gente como tú.
-- ¡Juanma! Mañana es sábado, hay curro y vamos a entrar a las cinco de la mañana.
-- Lo que digas, socio.
Y cuando yo llegaba a las cinco de la mañana, ya llevabas tú media hora en la puerta de la nave, metido en el coche, con la radio a toda voz envolviendo a medio polígono en esos sones sudamericanos que tanto te gustaban.
-- ¡Juanma! Mañana entramos a las cinco de la mañana.
-- Tú mismo, socio. Aquí estaré.
Y llegaba a la nave y abría sus puertas y allí veía yo a todo el mundo menos a ti.
-- ¿Y el Juanma? ¿No ha llegado?
-- ¿El Juanma? -me decía cualquiera, el Kiko, el Mono o el poli.- El Juanma ha entrado hace media hora por la cocina y está cargando el camión él solo.
Y ahí que estabas, sí... Cabrón, cabrón, cabrón... ¡metiendo mesas de 1´60 de diámetro en el camión, con los brazos abiertos en aspas, alzándolas del suelo y lanzándolas rodando al fondo del mismo, como si metieras galletas en una caja...!
Qué grande eras, coño, qué loco y qué lanzado.
Un día le dije al Gran Jefe que me sentía sólo, que tenía mucha gente en mi almacén pero ninguna en quien pudiera confiar: yo era, entonces, Jefe de Día, Jefe, de Tarde, Jefe de Noche y Jefe de Madrugada.
-- Dime qué te hace falta -respondió el Jefe.
-- Quiero a Juanma.
Y te llamó. Pero tú entonces trabajabas no sé si en unas canteras o repartiendo chacina con otra empresa, no lo recuerdo.
Y no pedí a nadie más.
No encontraría a nadie como tú y lo sabía: ni por tu fortaleza, ni por tu complicidad en el trabajo ni por la responsabilidad que sabía de sobras podía delegar en ti.
Recuerdos, macho, recuerdos a cientos es lo que me dejas.
Uno de esos Mayos en que se juntaban 5 bodas y 12 comuniones en dos días (¡qué tiempos!), llegamos a batir (no solamente tú y yo, sino casi la totalidad de nuestro Gran Turno de Noche) el récord de horas al que nadie llegó, al que nadie llegaría y al que nadie va a llegar.
¿Lo recuerdas, socio...? Entramos a trabajar un viernes por la noche y terminamos, sin interrupción, el domingo a eso de las dos de la tarde: unas treinta y tantas horas cubriendo mañanas, tardes y noches.
Nos llamaban de acá y de allá, de un salón y de otro: subsanar olvidos, recoger, fregar, cargar, preparar, llevar, traer, volver a cargar, volver a descargar, fregar, cargar de nuevo, llevar, asistir, aparecer en un salón, desaparecer en otro, volver a la nave, descargar, fregar, cargar, conducir, reponer, cargar, descargar, fregar... ¡Treinta y tantas horas, socio...! Treinta y tantas horas así...
Recuerdo la mañana en que a eso de la una o las dos de la tarde del domingo (desde el viernes por la noche) acabábamos nuestra faena en el salón Mendietta. Tú venías conmigo, socio. Descargamos en el office y la cocina el último material necesario para la última boda. Deseábamos volver a casa de una vez... Treinta y tantas horas...
Estabas en el camión, de copiloto y adormilado mientras yo le decía al Gran Jefe que "misión cumplida". Que adiós. Que ya nos tocaba descansar.
-- ¿Adiós? - graznó el jefe, bien peinado, bien arreglado, bienoliente, recién despierto o recién desayunado o recién almorzado-. ¿Adiós? ¡Y dejáis estas cajas de platos aquí, sin ordenar, donde os sale de los huevos y...!
Me volví al camión, socio, a tu lado. Y cerré los seguros de las puertas... Porque las palabras del Gran Jefe te despabilaron el sueño y si no cierro las puertas del camión sé que te lo hubieras comido en ese instante.
Así eras, Juanma. Así has sido. Un currante nato al que nada ni nadie asustaba. Un tipo que sabía cuál era y defendía su sitio.
Cuando la Junta de Andalucía celebraba sus cenas de Empresa para más de 1000 personas en el Pabellón de la Navegación de La Isla de la Cartuja, había que andar con mil ojos a eso de las seis de la mañana, a la hora de decir al personal: ¡se acabó la fiesta y no se sirven más copas!
¿Recuerdas? Mientras íbamos y volvíamos del salón recogiendo material para llevarlo a las furgonetas, algún grupito de achispados funcionarios con ganas de más fiesta nos metían las manos en el camión para llevarse las botellas de alcohol que íbamos ya recogiendo de la barra libre.
Su mala suerte fué que tú los pillaste. Eran más de treinta, borrachos y envalentonados... Les quitaste las botellas de uno en uno, con una tranquilidad pasmosa.
-- Voy a seguir cargando el camión -les dijiste a todos-. Lo dejo como está, con las puertas abiertas. Si vuelvo y me falta una sola botella, os jodo a hostias. Vosotros mismos.
No faltó, socio, una sola botella.
Tenías dotes de orador, jajaja. Y aunque quizás poca gente lo percibía, yo sé de sobras que ese nuestro Turno de Noche, del primero al último de los que en el almanaque aparecemos, miraba y luchaba y defendía a La Empresa: del más humilde al más gallo, del más débil al más fuerte, del más desengañado al más ilusionado.
Una mañana te volviste a casa. Tenías la mano en el pecho y jadeabas:
-- Es ansiedad, socio -me dijiste-. Me pasa a veces.
Un año y pico después, tuve yo mi primera crisis y me acordé de ti.
Te dejo, socio. Quería decirte solamente adiós o hasta pronto... Pero ya ves, se me ha inundado la mente de recuerdos y sin poderlo evitar los he dejado derramar en estas líneas.
También hubo algún domingo en que terminábamos de currar a eso de las diez de la mañana, después de toda una noche de sábado machacándonos... y nos íbamos al Parque Amate, comprábamos dos litronas y nos las bebiamos tumbados en el césped, agotados pero felices, los ojos cerrados y un cigarro entre los dedos, paladeando lo bella que es la vida después de una paliza de darle al tajo, la cara hacia el cielo y las botas llenas de sudor y fango arrojadas lejos...
¿Qué más decirte, Juanma?
Ha sido un placer conocerte, tratarte, a ti y a parte de tu familia; un placer haberte tenido de compañero, un placer haberme sabido tu amigo...
Y un nudo en la garganta (lo siento, no soy tan duro como tú pretendías ser) recordar ese palmetazo en la espalda y esa voz bronca diciéndome, a las tantas de la madrugada:
-- ¡Socioooooooooooo....! ¿Por dónde empezamos?
Y mirarte como te miro ahora en sueños o en cada recuerdo: intuyendo que yo era el vehículo, pero sabiendo que el motor eras tú.
Un abrazo, mi socio. Imposible olvidarme de ti.
Imposible.

jueves, 3 de octubre de 2013

-- Atrapa un millón.

Conque como mi menda anda con las tardes libres, coge y se traga el ATRAPA UN MILLÓN.

El Millón no hay quien lo atrape ya, pero el cabreo sano te lo llevas.

Un profesor de Bachillerato, no elige el tema de Historia... "porque si fallo, se reirán de mí mis alumnos".

Un estudiante de Derecho Y Ciencias Políticas, elige el tema de "FÜTBOL", porque según dice: "de eso entiendo más..."

Una señora muy digna que, ya jubilada, lleva más de media vida dando clases en colegios... no elige literatura, porque es que "la moda se me da mejor".

Y lo dejo ahí. Porque por esa regla de tres, cualquier día aparece Rafa Nadal y en vez de "Tenis", opta por elegir "Clásicos Rusos"... Ya sabéis, por no quedar mal.

El programa me encanta. Pero es por morbo. Puro morbo. Por ver cómo la gente no tiene la mínima confianza en lo que sabe ... y mañana, eso sí: aparecen por las aulas, por el congreso o por el gimnasio pretendiendo ser maestros de tal o cual menester.

Maestros de mierda. Porque les falta lo principal: si no confías en tus conocimientos, no vales para enseñar nada a mi hijo ni al hijo de nadie.

So tonto.

¿Un millón?

Dos hostias, por presumir de títulos y acojonarte para defenderlos.