martes, 2 de octubre de 2012

-- A mis niños calvos.

         (A Paco Morales González, porque es difícil dar una mano cuando ni tú mismo la tienes.
         Porque hay gente que es inexplicable. Porque me jode no saber qué decirle a unas personas que tienen mucha más fuerza de la que yo tendré en mi vida. Porque a estas alturas de mi vida, me coge ya quemado del todo. Y solamente puedo donar palabras... A Paco, a Paco Morales... Porque no hace falta llegar al cielo para hablarle de tú a tú a los angeles. Y porque me da la gana).
¡Llegan los tres a la par, Mario!
Y mira que hay un letrero que dice que no pueden pasar más de dos a la vez.
Pues para nada, Mario. Que entran los tres del tirón: papá, mamá y el abuelo.
Porque a mi hermana no la dejan entrar... Aunque ella, de vez en cuando, me mande cartas con dibujos. Y taco de chulos, Mario. Ya te los enseñaré.
Mi abuelo, ¡tú ya lo has visto en la puerta del cole...! Como es el más grande es el primero que entra y que me da dos besos. ¡ Siempre en la cabeza, siempre en la cabeza! ¡La tengo toda calva, Mario...! ¡Parezco un huevo! ¡Y mi abuelo venga a darme besos en la cabeza...!
Entonces papá se sienta en la silla y me tapa las piernas y mamá se sienta en una esquina de la cama, mirándome a mí y mirando a una especie de ordenador con la pantalla llena de rayitas que tengo en la mesilla de al lado.
-- El pelo es lo que más rápido crece -me dice mi padre-. A mí... Vamos, a nosotros, en el cuartel, la Legión, ¡como a ti nos dejaban! Decían que al uno, pero qué vá. Menos que al uno.¡ Al cero pelado! Debajo de unos olivos nos pelaban. ¡Cá! Ni sabían pelar ni nada. Que te diga tu madre. Que ya éramos novios entonces...
Mi madre me mira, apretándome la mano, y me sonríe:
-- Qué cosa más fea era tu padre. Cuando le daban permiso, me daba vergüenza salir con él. Ay, por Dios, si parecía un...
-- Eso era cuando me cambiaba el uniforme en el bar de Chema y entonces me ponía los vaqueros y la camisa por fuera. ¡Jaja! Pero cuando me daban permiso para solamente dos horas, ¡vamos!, me veía llegar tu madre con el uniforme y la boina de caballería y el galón de cabo... Vamos, que se enamoró.
-- También te enamorarías tú, digo yo -suelta mi madre-. Que para veinte años que tenías, me parece que el uniforme era de lo poquito que podías lucir.
Mi padre sacude la cabeza y la contesta:
-- ¡Ya ves tú! -se ríe-. Con esas pintas que tú llevabas, ¡já! ¡Quién te ha visto y quién te vé!
Mi padre me coge la mano y añade, susurrando:
-- Llevaba tu madre el pelo a lo Afro. Lo Afro es así como muy rizado. Y pantalones de campana. ¿Cómo te lo explico? El culo muy apretado y los tobillos...
-- Pero te gusté -replica mi madre.
-- ¡Pues claro que me gustaste! Igual que yo te gusté a ti.
Papá me vuelve a apretar un brazo, me guiña un ojo y suelta:
--¡ Un metro setenta y cinco, chiquillo! Sin barriga, ojo. Me acababa de sacar mi primer coche, un seat ritmo blanco con un águila dibujada en el capó, que cogía...
-- El ritmo lo compraste después -dice mamá-. Aquéllos días, me recogías con el seat de tu padre.
-- ¡Qué hablas...! -se sulfura papá-. Yo ya tenía el ritmo, otra cosa es que a ti te recogiera con el seat de mi padre.
Papá y mamá se miran. Y no sé por qué, Mario, pero me da la sensación de que tengo que intervenir.
-- Bueno, pero os hicísteis novios y os casásteis y vine yo, ¿no?
Papá y mamá se ríen, ¡anda!, los dos a la vez.
-- Yo quería un niño -dice papá-. Desde el primer momento. Yo quería un niño. Tu madre no. A ella le daba igual.
-- Niño o niña, hubiera querido a los dos lo mismo -y mi madre me aprieta la mano...
-- ¡Pero yo sabía...! No sé por qué. Yo sabía que sería... Que iba a ser un niño. ¡Un hombre! Otro hombre. Y acerté. Acerté. Un niño quería yo...
-- Un hijo quería yo -dice mamá-. Te llevaba dentro. Sin sexo. Estabas aquí, mira, en la tripita. Me daba igual niño que niña.
-- ¡Pero ha sido niño! MI niño, mi niño, mi niño...
Y mamá me aprieta la mano y dice:
-- MI niño, mi niño, mi niño...
Y papá suelta:
-- Vas a decir ahora que yo pelado al cero no te gustaba, vamos...
Y mamá:
-- ¿Quién ha dicho eso? ¿Por qué te inventas cosas que no son...?
Y papá, acariciándome la frente:
-- Los hombres, hijo, siempre andamos, por lo visto, imaginando cosas que no son.
Y mamá:
-- Lo mismo, hijo, las personas cambian a lo largo de la vida y no se acuerdan ya de...
-- Como tu amigo, tu compi de trabajo, el calvo con la perilla, cielo... -suelta mi padre con una risita de esas que nunca entiendes a qué vienen, Mario, y mirando fijamente a mi madre.
-- ¿Qué tiene que ver...? ¿De qué me estás hablando ahora...?
-- Lo sabes de sobras.
-- ¡Ah, sí...! Si ya me acuerdo. Eran los tiempos en que yo me veía sola tantas noches, sola, sin nadie a mi vera que... -mamá saca un pañolillo del bolso, Mario.
-- Y yo curraba, hijo, yo curraba esas noches para poder comprarte un...
-- Y estar en casa no es currar, ¡nooo...! -mamá ha arrugado el pañolito en un puño- Pasar noches con un hijo que llora, que tiene hambre, que tiene pesadillas, que...
-- ¿Pesadillas? ¿Pesadillas? ¡Las que yo tengo pasadas fuera de mi casa...! ¿Me hablas de pesadillas...? Noches eternas que...
-- ¿Tú? ¡Já! ¿Pesadillas tú...? Dime cuándo... Noches eternas en que solamente...
En ese momento, Mario, te lo juro, mis ojos se cerraron y el ordenador que tengo al lado de mi mesilla empezó a pitar. Palabra. Así:
-- ¡Piiiiiiii....! ¡Piiiiii....! ¡Piiiii.....! ¡Piiiii....!
-- ¡Enfermera! ¡Enfermera! -gritó mi madre.
-- ¡Un médico! ¡Un médico! -gritó papá.
Y entró la enfermera. Y empujó a mis padres -que seguían discutiendo- fuera de la habitación.
¡Fuera, fuera, fuera...!
-- Ya se han ido, ya se han ido... -me dijo la enfermera, en el oído.
Me tomó el pulso, me puso un aparatito en el pecho y escuchó un rato.
Creo que se quedó extrañada, amigo. Porque abrí los ojos de repente, la sonreí y la pregunté:
-- ¿Te importa contarme un cuento...?
¡Jajaja!
Y el abuelo, que todo el tiempo había estado en la ventana, la guiñó un ojo antes de salir, la puso entre los dedos un cable que había desconectado y me besó en la calva, diciendo:
-- Vuelva a enchufar este chisme, señorita. Y cuéntele un cuento, por favor. De los de verdad.
¡Jaja, Mario!
Y el abuelo no me besó esta vez.
Pero salió por la puerta guiñando un ojo a la enfermera...
¿Tú crees que mi abuelo a estas alturas...?

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27 comentarios:

  1. Presiento mucho más de lo que leo y mira que leo y releo.
    Y sí, los abuelos (Genial La sonrisa etrusca de Sampedro) tienen ese don de la oportunidad que los padres suelen tener de la inoportunidad.
    Un abrazo.

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    1. Genial esa Sonrisa Estrusca, compañero, a la que desde aquí aprovecharemos para recomendar.
      Y los padres (no todos, por descontado) son muchas de las veces los que efectivamente parecen estar enfermos... no tanto como para pelarles la cabeza, sino para incrustrarles un par de electrodos en ellas.
      Un abrazo y gracias por el comentario.

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  2. Me pasa lo mismo que a Miguel, el prólogo hace pensar que en la historia se esconde un homenaje, leyéndolo en ese sentido la verdad es que la cosa queda emotiva, sea para quien sea, el niño, el abuelo, que a uno le cuesta interpretar roles.

    Pero la conversación de los padres delante del niño es tan real que lo dicho, se antoja casi una vivencia próxima, personal, en cualquier caso me ha gustado.

    Abrazos.

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    1. La dedicatoria es para mi amigo Paco Morales, una persona íntimamente ligada al tema de la donación de órganos. Y el homenaje, desde luego que a todos los que sufren... pero no quería darle un tinte dramático, ni mucho menos. Y creo que a veces un simple cuento puede suplir con creces a unas visitas tan incómodas.
      Un abrazo, compañero, y gracias por andar por aquí.

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    2. La cosa es que no había reparado en el título la otra vez, ciertamente ese título hace comprender muy bien el texto.

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  3. Que historia más bonita, y más impredecible. Tenía miedo, porque los niños y las enfermedades mezclados es uno de los pocos temas con los que el alma se me encoge de verdad y trato de evitarlos para no estar triste durante horas, pero no ha sido el caso, me he reído con la típica pelea tonta, y con el abuelo, el más sabio, como suele suceder.
    Muchos besos, me quedó un buen sabor de boca.

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    1. Gracias por tus palabras, hermana. También para mí es un tema, el de los niños enfermos, que me sobrecoge mucho. Por eso, quizás, necesitaba una pequeña terapia que en cierta medida me ha dado escribir este relato.
      Por mucho, desde luego, que uno quisiera y desee de corazón dar mucho más.
      Un beso.

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  4. Estoy con Inma. Es una historia muy tierna y nada lacrimógena. Me ha gustado muchísimo. Un beso grande!!!

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    1. Me alegra que te haya gustado, compañera. Es un tema duro pero ni mucho menos pretendía hacerlo pasar por una historia lacrimógena. Creo que el dolor ya va a cuestas de ella, pero creo también que hay momentos en que brillan los deseos, el optimismo y sobre todo una sonrisa... Por mucho que haya gente que sólo sea capaz de vislumbrar "su propio dolor" antes que el ajeno.
      Un besazo, cielo, y gracias.

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  5. Que increible sexto sentido el del abuelo. De esta manera acaba con las discusiones. Que ocurrente Jesús y que bella historia a la vez, tan tierna y tan realista. Te aseguro que no he visto un abuelo tan perspicaz, pero en la planta de oncología infantil que solíamos visitar si he tenido el placer de contemplar las sonrisas más preciosas que nunca volveré a ver. Aún recuerdo como en la película, las carreras en sillas de ruedas por los pasillos y a Pili la enfermera tratando de echarnos el guante jajaja. Un abrazo Jesús eres la leche.

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    1. Gracias por tus hermosas palabras, que han logrado emocionarme. También he vivido algo de ese mundo, aunque en verdad que nunca me ha tocado vivirlo de cerca... Lo de las sonrisas, sí. Son las más bellas que he visto, las más sinceras...
      Un abrazo muy afectuoso y gracias por tu hermoso comentario.

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  6. Me encanta el homenaje que le has hecho a todos, al niño, al abuelo, a la enfermera y por supusto a los padres que canalizan su dolor como pueden. Es algo realmente duro que hace florecer lo mejor y lo peor de las personas y si se consigue superar, las convierte en muchísimo mejores... Me ha encantado. Besos
    Ana

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    1. Todos se lo merecen, sí, desde el niño hasta los padres... que, como bien dices, en situaciones así, quizás parezca a veces como que de forma inconsciente pretendan soslayar la realidad, aferrándose a asuntos más triviales...
      Un beso, cielo, y gracias por tu comentario.

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  7. Es precioso, que manera de escribir, parecía que podía verles a traves de la pantalla reunidos alrededor de la cama.
    Me conmueven los niños y tu manera de describir la escena.Enhorabuena!

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    1. Gracias, amiga...
      A mí me conmueven tus palabras. Porque me cuesta escribir en serio. Porque estoy habituado a escribir siempre con un pequeño matiz de humor. Y a veces, cuando pretendo transmitir algo desde el corazón... no sé si llego a la altura que el tema merece.
      De todas formas, hacer reír o hacer llorar es arrancar algo de quien te lee. Y tanto una lágrima como una sonrisa, son cosas muy subjetivas.
      El caso -lo que importa- es no perder de vista a quien es el verdadero héroe del relato.
      Pero si es con una sonrisa, siempre mejor.
      Gracias por tus palabras.
      Gracias de corazón.

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  8. Lo he vivido muy, muy de cerca y reconozco cada punto de tu relato. Cuando el dolor llega, el sufrimiento no deja ver y entender con claridad y a veces, inconscientemente, las palabras que en principio pretendían arrancar una sonrisa, consiguen sin querer sacar la amargura delante de la persona que más puede importar en la vida.

    Un beso, Jesús.

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    1. Sin hacer demérito de cada comentario que leo por aquí (todos, a su manera, aciertan), es el tuyo el que con solamente una media docena de palabras consigue clavar lo que pretendía:
      "... las palabras que en principio pretendían arrancar una sonrisa..."
      Creo que esa frase, vale por sí sola para transmitir lo que yo, en cuarenta renglones, quería transmitir.
      Has hecho un comentario.
      ¿Has hecho un comentario...?
      Creo que has hecho, con nueve palabras solamente, el post que yo quería escribir.
      Un beso.

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  9. La verdad es que es muy delicado el tema, pero no por ello se debe de afrontar y hacer lo mejor posible y llenar de alegría allá donde nos aparezca el menor resquicio de tristeza.
    Un hijo duele, eso no hay quién nos lo quite, pero hay personas que hunden más a la criatura con su actitud negativa, compasiva ...

    un beso y vecino te superas!! un gusto pasarte a leer.

    por ciertooooooooooooooooo, mañana pasate por mi cortijo que te ha tocado un premio a ver si más gente te lee, que no esta bien que te disfrutemos 76 personas que tu blog es de milessssss de seguidores, ya lo verás como lo consigues.

    un besito.Amelia.

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    1. Jaja, vecina, vecina... O eso quisiera yo, tenerte de vecina...
      Sé que escribo mucho y escribo bajo la máscara de mil personajes distintos... Pero soy consciente de que "se me ve el plumero".
      Y el plumero es mi hija (no se lo digas a nadie, aunque tú me lo notes). Y cuando digo mi hija, pongo el zoom y digo los hijos y las hijas de los demás.
      Para bien (iba a decir para bien o para mal...) Para bien, tengo una hija con cierta minusvalía. Una hija que me ha enseñado a mí más de lo que yo nunca podré enseñarle a ella (bueno, lo de hacer el pino en la puerta de la cocina fué cosa mía, la verdad, pero no viene al caso).
      Quiero decir que por muy caballero legionario que uno sea... o incluso Mazinger-Z... mi hija y tantos niños a los que he conocido, me han hecho un tipo duro de verdad. Y no duro porque sepa hacer esas cosas que hace Chuk Norris en plena selva... duro porque reconozco, ¡sin que se me caigan los anillos ni los tatuajes!, que cualquier niño me puede. Me gana. Me tiene a su merced. Y me llevan por delante adonde quieran.
      Duro porque reconozco que me vencen con una simple sonrisa.
      Besos, cielo.
      Y... voy pa tu bló.
      Asustao y atacao me pone, jai!

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  10. Me gusta mucho como describes la situación Jesús, y cómo haces que nos metamos en ella, cual si la estuviésemos viendo y viviendo y además a pesar de todo no se siente tristeza o lástima sino que hasta queda uno divertido al final. Logras gran cosa porque de primera mano sé lo deprimentes que son las situaciones en un hospital así que felicidades Jesús, me encanta leerte.

    Un abrazo amigo.

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    1. Hay comentarios, Rubén, que se convierten en verdaderos retos a la hora de contestarlos.
      No sé si tú escribes con asiduidad, pero sea como sea siempre habrás oído hablar de "el miedo a la página en blanco". Ese instante (puede durar horas) en que no sabes cómo empezar algo que sí que sabes que debe empezar ya.
      Cuando me dices que he logrado "meteros en mi historia"... me siento muy halagado. No podría decir lo contrario. No podría, a estas alturas, pecar de falsa modestia. Es, simplemente (y perdona la sinceridad) lo que pretendía.
      Es un tema del que conozco un poco. O una mijita, como decimos por aquí. Pero es a la vez un tema, del que (por muy serio y dramático que pueda llegar a ser)no deja por ello de tener su lado de humor.
      Y el humor, como el amor, para mí son cosas que siempre acaban desembocando en un mismo mar... Un mar muy personal. Muy, muy, muy personal.
      Niños calvos como los de este relato, los hay a millones.
      Pero me niego y me negaré siempre a pensar que una gigantesca ola se los lleve.
      Sonríen. Luego están aquí.
      Un abrazo, compañero...
      O a estas alturas: amigo.
      Me acostumbro, poco a poco, a tus comentarios. Y los aprecio en su justo valor... Porque sé que no halagas por halagar.
      Y cuando llegue el momento, criticarás si tienes que criticar.
      Pero, como los niños... nunca mientes.
      Y eso, poco a poco, nos hace conocernos.
      Un abrazo.

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  11. A mi como a muchos mezclar enfermedad y niños me deja mal. No entiendo como puede haber gente que pueda hacerle daño a sus propios hijos cuando yo, veo a mi hija con un poco mas de fiebre de lo normal y ya me vuelvo loco.

    No me canso de repetirlo paisano, envidio tu manera de escribir ( envidia sana por supuesto ;) ) y como a un usuario de por ahí arriba, practicamente me trasladastes a esa habitación.

    Un abrazo miarma!!

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    1. En este mundo, compañero, las grandes noticias las acaparan siempre los poderosos. En incluso los simples adultos, nos pensamos el centro del universo, los maestros de todo, los únicos que sabemos lo que es el dolor o lo que es respirar cada día y tirar para adelante.
      Y hay demasiados pequeñajos que sufren nuestro orgullo y nuestra indolencia.
      Por eso no debemos olvidarlos. Y de vez en cuando, debiéramos agachar ante ellos un poco más la cabeza... aunque sólo fuera por escucharlos.
      Un abrazo, compadre.

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  12. ¡Ay los abuelos! Cuanto saber y amor llevan en sus corazones. es curioso cómo laguien puede no comprender a su hijo en un momento de su vida, pero muy rara vez puede no comprender a su nieto.
    Preciosa historia.
    Besazo

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    1. Creo que es porque los abuelos, a fin de cuentas, son doblemente padres. De todas maneras, siempre es un tema que me apasiona, el de la secreta complicidad que hay entre los niños y los ancianos.
      Un beso, cielo.

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  13. Lamentablemente ocurre, tu tintero lo sabe expresar sin dramatizar, ...quienes hemos tenido angeles calvos, hemos aprendido el valor de la sonrisa, en medio de la tristeza, la importancia de un detalle como un pequeño dibujo en la habitación, el valor que si nos falta... ellos lo tienen, y no se como, pero de alguna manera, quisieramos protegerlos, y ellos paran dando grandes lecciones de fortaleza y vida!Cuesta entenderlo, no se puede, son niños... solo se puede, pensar que Dios sabe más, y que si tu enanita lucho tanto, y sonrio, si sus papas continuan, la tía debe hacerlo. Un fuerte abrazo

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  14. No, compañera, en ningún momento he pretendido dramatizar con este tema. Quizás porque para quienes lo viven en primera línea, ya es un gran drama de por sí, con el que muchas veces tienen que apechugar esbozando una sonrisa mientras tragan sus propias lágrimas de impotencia.
    Quizás, como tú dices, Dios sabe más, infinitamente más... pero no me cabe duda de que esa sabiduría la hace patente en los más pequeños, de los que tantas veces tenemos tanto que aprender.
    Un afectuoso abrazo, amiga.

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