lunes, 8 de octubre de 2012

-- Boda beoda.




     Hace ya unos veinte años y Ángela (no recuerdo por cuánto tiempo llegó a ser novia mía) era una más de mis... Una más de tantas...¡Ah, juventud!

     El caso es que se casaba una amiga de su trabajo (unos grandes almacenes de variados productos y ropas de ciertas hechuras clásicas y de inconfundible corte inglés, cuyo nombre he de obviar) e íbamos invitados a la boda.

-- ¡Podías haberte afeitado, por Dios! -me recriminó ella, camino de la Iglesia, sin fijarse siquiera en que por segunda vez en mi vida me ponía corbata.

-- Lo he intentado -le respondí-. Pero los coches que estaban detrás empezaron a pitarme.

     Aparqué (es un decir) y cogidos de la mano nos encaminamos hacia la Iglesia. La ceremonia estaba en sus inicios.

-- ¡Está preciosa! -comentó Ángela en voz baja, refiriéndose sin dudas a una forma oronda y abestializada vestida de blanco y plantada frente al altar.

     El novio, no obstante, embutido en un traje gris, era un tipo diminuto y ridículo, al que seguramente (siempre a mi modesto parecer) habían instigado a casarse medio minuto antes.

     Acabó la ceremonia, tediosa como todas, justamente cuando lograba yo hacer flotar un tercer barquito de papel en la pila bautismal que tenía al lado.

¡Vivan los novios! ¡Vivan los novios!

     Y risas y empujones y arroces zurcando el aire. Ángela me presentó a algunas compañeras de trabajo. Hola. Hola. Hola. ¿Qué tal? Encantado. Encantada. Hola. Hola.

     El salón de celebraciones estaba lejos. Habíamos de dividirnos entre los coches disponibles. Ángela me presentó a Manolito.

-- Manolito -dijo-. Nuestro Manolito.  Es nuestro enncargado de personal, ja...ah.

      Manolito me sacaba tres cuartas. Un tipo a lo Bertín Osborne, alto, risueño, encantador, ¡oh!

      Hola, Manolito, encantado, Manolito, qué tal, Manol...

-- ¿Tienes coche? -me espeta.

-- Claro. Tengo...

-- ¿Dónde?

-- Pues justamen...

-- Ok. Estas cuatro se vienen en el mío y estas tres que se vayan en el tuyo.

¡Vamos! Y todos contentos. Lo bien que organiza las cosas Manolito.

     Manolito tiene un BMW, ¡qué guay! Y es precisamente el que está aparcado detrás del Simca de mi padre, que hoy me ha prestado.

-- ¿Pero dónde hay que ir? -pregunta alguna.

-- ¡Seguidme a mí! -dice Manolito.

-- ¡Manolito sabe! ¡Hay que seguir a Manolito!

-- ¡Vamos detrás de Manolito...!

     Los huevos de Manolito y la madre que...

-- Saco yo el BMW -me dice Manolito-. Y tú sacas eso y te vienes detrás -añade indicando a mi Simca-. Ten cuidado con la farola esa.

     Ten cuidado tú, me callo yo, se te vaya a meter por... Partimos. Ángela charla con sus tres compañeras, lujuria de muslos desnudos y tetas saltarinas en el asiento trasero de mi coche. Inclino un poquito el espejo retrovisor, así... Manolito frena delante de mí. Yo freno, detrás de él. Una chica grita, otra ríe. Escuchamos la música que escapa del coche de Manolito. ¡Pum, capúm, capúm! El coche de mi padre no tiene radio. Silbo.

     Llegamos al salón donde ha de celebrarse el bodorrio. Aparco junto al coche de Manolito. Las chicas corren a abrazar a Manolito, como si hiciera meses que no lo ven. Manolito sonríe con suficiencia, como un melón empezado, y cuando está a dos metros de su coche vuelve el cuerpo, manipula con misterio en el bosillo de su pantalón y el coche hace ¡piú-piú! ¡piú-piú!, y parpadea dócilmente sus lucecillas. Las chicas abrazan a Manolito, encantadas. Ángela aprieta mi mano, emocionada y feliz. Yo miro al viejo Simca, con tristeza pero con apego.

     A las puertas del salón, haciendo tiempo mientras llegan los novios, un tipo con dos patillas como dos rebanadas de pan bimbo pegadas bajo las orejas pasea entre los asistentes una bandeja con copitas llenas de manzanilla fresca. Tomo una. Manolito toma otra y la observa al trasluz, con pintas de enterado. Las chicas toman otra. Brindamos. ¡Por los novios! Por nosotros, que se jodan los novios. El sol, embravecido en un día azul, altera la graduación de la manzanilla. Manolito cuenta un chiste. Yo me río divertido, pero todavía no ha acabado. Me callo y busco con la mirada al tipo de las patillas. Me evado del grupo y cambio mi copa vacía por otra llena. Me la bebo de un trago. Está fresquita. El estómago, tan vacío como desagradecido, da un bote de escozor. Tomo otra copa y vuelvo al grupo. Hablan del trabajo. Ríen. Ángela está sonrosada. Todas las chicas están sonrosadas. Por efecto del sol. O de la manzanilla. O de las risas que Manolito con tanta facilidad arranca, vayamos a saber.

     El coche nupcial aparece al fin, ¡vivan los novios...! Se abre una puerta y sale descorchada la novia, como la cría de un dinosaurio envuelta en papel de celofán. El bastidor del vehículo se lamenta. El novio aparece por la otra puerta, poquilla cosa, insustancial, apenas unos ojillos grises que asoman del interior de un traje gris. Me trae recuerdos remotos de algún personaje de los desiertos de la guerra de las galaxias. La cola del traje que arrastra la novia traza en la tierra el sendero por el que nos abrimos paso hacia el interior de la sala: mesas por doquier, sillas enfundadas de blanco con lacitos albero, albas mantelerías, reflejos de cristal en las formaciones marciales de botellas, vasos y copas. La gente se sienta, se levanta, se agita, se desplaza. Parientes de primer grado se abrazan con efusión, aunque vivan en la misma barriada y se vean sólo en las bodas y en los entierros. Tíos lejanos, primos remotos, sobrinos inverosímiles, se reconocen entre la multitud.

     Los que no compartimos la misma sangre que la familia de los desposados nos sentamos en la mesa más alejada, reafirmando nuestra condición de advenedizos. Formamos una unidad amplia pero compacta de conocidos, compañeros, amigos o amigas del novio o la novia. Nos sentamos los primeros y aguardamos a que lo hagan los demás. Dudamos si empezamos a picar o aguardamos a que los novios lo hagan primero. Manolito se decide y abre una botella de manzanilla. Intentamos recriminarle, pero casualmente tenemos todos la boca ocupada de aceitunas, canapés y taquitos de queso. Yo abro otra botella. Corre la manzanilla, en nubes de cristal. Ángela ataca el plato de las brochetitas. Una de las chicas inicia una incursión por la bandeja de los langostinos. Manolito rellena las copas, ¡vivan los novios! Brindamos. Los novios siguen de pié. Desde mesas próximas a la nuestra, dedos trémulos y acusadores nos señalan. Pero la consigna que lanzamos es recogida con prontitud. Comienzan a descorcharse botellas de Rioja. El jamón vuela, los dados de tortilla italiana se resienten. Las gambas se entregan, dejándose desnudar. Los novios se sientan, qué le importa a nadie. Alguien alza su copa, vacía. Abro una botella más. Y Manolito abre otra. Y alguien que no conozco, otra. Bebemos. Reímos, sudamos. Una chica se atraganta con la anchoa de un canapé. Manolito cuenta un chiste sobre anchoas. Carcajeamos. El tiempo corre dislocado. Una orquesta en un ala extrema del gran salón irrumpe con un cóctel salvaje de salsas, boleros, merengues y rumbas. ¡Vivan los novios!, grita una voz. ¡Vivan!, gritamos nosotros y destapamos un par de botellas para brindar. Manolito tose, pero se aferra con fuerzas a la bandeja de pescado adobado, mientras la manzanilla le brota por la nariz. Ángela se ríe sola. Alguien se ahoga con un trozo de queso. Manolito se sobrepone y cuenta un chiste sobre ahogados. Nos reímos todos, aunque el final del chiste no se ha oído porque Manolito se cae debajo de la mesa. Lleno las copas. Brindamos por Manolito.

     Saco a Ángela a bailar. Otras parejas nos imitan. Hay aplausos, jaleos, vítores. Manolito me quita a Ángela y deja entre mis brazos el cuerpo electrizado de María José, otra compañera. La chica agita sus caderas, con frenesí. Da un giro por el aire, como una bailarina profesional, y no la vuelvo a ver. Oigo un golpe, sí, pero muy lejano. Salto al frente y me apodero de Ángela. Ángela ríe. Un viejo lagañoso de nariz colorada me la quita. Vuelvo a la mesa y rebaño entre jadeos los culos de todas las copas de manzanilla a mi alcance. ¡Vivan los novios!, grito, pero no se me escucha. Me acerco babeando a la pista de baile. Diviso a Pilar, otra amiga, y la arrastro a mi lado. La orquesta ataca ahora los sones de Macarena -¡aaig!- y todo el mundo salta de sus sillas. Todo el mundo baila. La novia aparece en el centro de la pista, descocada y epiléptica, -aaig-, abiertas las piernas y alzados al aire los gruesos brazos ajamonados. La orquesta toca Macarena seis veces seguidas -¡aaig!- y la gente la vuelve a pedir. Busco a Ángela y no la veo. Bailo solo hasta que una señora entrada en años, creo que la madre del novio, me toma de la cintura. Acompaso a ella mis movimientos pendulares. La abandono y me siento en una mesa que no es la mía, pero que conserva botellas de vino aún intactas. Me sirvo gentilmente. Un anciano enfermizo me abraza emocionado cuando le cuento, entre sorbo y sorbo, que soy su nieto que ha vuelto de unas minas de plomo de Berlín. Lo dejo llorando y me lanzo a la pista, saltando hábilmente sobre la punta de un pié hasta que derribo dos percheros y aparezco en una de las fachadas exteriores del gran salón, donde el sol pega de plano y un tipo mea y se ríe de su propia corbata.

     Meo yo también. Vuelvo adentro y busco a Ángela, pero no la hallo. Tomo asiento junto a un tipo gris, melancólico, con cara de aburrido.

-- Vaya mierda de boda, amigo -le comento, con la lengua estropajosa-. ¿Una copa, compañero...?

-- No bebo, gracias.

-- ¡Jaja! Pues si no bebes, mejor estás en tu casa, macho, porque aquí...

-- Ya lo he pensado, no te creas -me responde el tipo, suspirando-. Pero me temo que tengo que quedarme hasta el final.

     Entonces me fijé en sus ojillos grises, que me recordaban a los de unos personajillos de los desiertos de la guerra de las galaxias.


 




22 comentarios:

  1. Menudo bodorrio Jesús, en las bodas la única manera de pasar el trago es justamente así, dándose al bebercio y terminando mu malamente, cualquier boda que se precie ha de terminar con todos perdiendo la vergüenza, la dignidad y la apostura, si no, eso ni es boda ni es ná.
    Por suerte hace siglos que no voy a ninguna, ni siquiera a la mía.
    Muchos besos, las gambas se entregan, dejándose desnudar, que bonito

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    1. Es que las gambas en cierta manera, se parecen a las mujeres... No, no tiene nada que ver el desnudo. Es que se me antoja que tienen, unas y otras, forma de interrogante: ?
      Así.
      Y si no, obsérvate dormida....
      Besotes, hermana. Y gracias de nuevo.

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  2. Es lo que mejor sé desnudar: las gambas y los langostinos. Los percebes ya me cuestan más, pero es que son más estrechos, los muy cabrones.
    Lo cierto es que hace mucho tiempo que no acudo a los banquetes de boda. Me acerco a la iglesia o al ayuntamiento, me dejo ver con el novio o la novia para que quede constancia de mi presencia y con la misma me voy a casita. Y si tengo ganas de juerga me voy con mi Santa a cenar y tomar unas copas. Es lo que tiene la misantropía, que te evita muchos sinsabores.

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    1. Bueno, al menos has aprendido a desnudarlas... las gambas y los langostinos. Yo he aprendido a no quitarles ni siquiera la cabeza, querido tito. Perdón, primo. Y con las mujeres, tanto de tanto. Hay veces que pierden tanto desnudas... Que mejor empezar por la cabeza.
      Eso sí: hay que tener paciencia.
      Un abrazo.

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  3. A mí las bodas me sientan mal. En una de ellas se me perforó el estómago y en la siguiente se me cerró el orificio de entrada al mismo, por lo que las tengo prohibidas por los médicos. No me he atrevido ni a casarme yo.
    Si los reportajes de las bodas fueran tan cachondos como el tuyo, me suscribiría al Hola.
    Un abrazo, Jesús.

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    1. No sé cómo habrá resultado el reportaje, amigo... La verdad es que, desde hace quince años, mi trabajo es HACER Bodas. No, no caso a nadie. Soy el encargado (logística de catering) de que nada falle en la celebración...
      Y he visto tanto, que este relato ha surgido fácilmente: con sólo guiñar un ojo al teclado.
      Un abrazo.

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  4. Santa madre bendita jajaajajajajajajaja pero nene y al final Ángela ¿ande estaba??? Jajaajajajajajajaja me ha encantado eres la leche. Yo en una boda de un amigo de mi marido le dije o te levantas ahora mismo conmigo y pedimos fecha para el convite o me piro de aquí .... Estaba hasta las narices porque el tío era un huevon. Y se levantó querido Jesús, no le quedo de otra ajjajaja, a mi me gustan , pero me da igual boda, bautizo, celebración sin más, te echas unas risas, te diviertes y bailas, un día fuera de lo normal.
    Pobre novio el de tu relato jajaajjaajajAj
    Un besito querido vecino. Amelia

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    1. Para bien o para mal, todo (como decía un famoso mago de pacotillas) es producto de su Imaginación.
      La verdad que asisto al año a unas ciento y pico de bodas... pero nunca de invitado.
      Soy el encargado de que nada falle. Es mi trabajo.
      Así que esta entrada... me la han dado que ni rodada mis clientes.
      ¡Y se vé cada cosa, vecina...!
      Jaja. Un beso, cielo.

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  5. Me he reído, he criticado los vestidos de las demás, me he atragantado con manzanilla, he bailado la macarena por lo menos tres veces, me han pisado otras tantas..... pero no te he visto, ¿dónde estabas?

    Por cierto, el novio, ¡pobre!, era feillo ¿verdad?.

    Un besito mareón.

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    1. Jajaja...! Mira, te confesaré un secreto: el novio y la novia nunca están tranquilos hasta que la orquesta dice que son las seis de la mañana y que ya han cumplido.
      Entonces el novio y la novia... respiran. Y cuando despierten al día siguiente o al que hace dos, recordarán esa fecha como la más hermosa de sus vidas. Pero no recordarán nunca, que se llevaron tres o cuatro horas pensando si todo saldría bien...
      Y ese es mi trabajo.
      Hacer que todo salga bien.
      Por eso... de celebraciones entiendo un poco.
      Un abrazo, linda.
      El post... me lo han dado hecho mil y una noches de fin de semana al pie del cañón.
      Y nunca de invitado.

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  6. Yo la verdad es con lo de los coches me he descojonado un rato bueno, ahora, donde esté una buena interpretación al silbido que se quite todo, y no me negarás que llevar tanta chavala en el coche no da morbo, ¿y si por lo que sea se acaba el mundo y solo sobreviven los que están en tu coche?, imagina tener que atender a esas diosas, peleándose por compartir lecho, haciendo cuadrantes, di que con nuestra suerte se harían lesbianas fijo.

    Yo en las pocas bodas que voy ya, si puedo, porque ahora ya te ponen el nombrecito en la mesa, me siento lo más alejado de los novios que pueda, para un día en el que vas a desfasar es mejor que te vea la menor gente posible.

    Abrazos

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    1. Joder, macho, pues eso de que el mundo se acaba y me quedo en el Simca con tanta teta y tanto muslamen... Mira. Que me lo pienso.
      Que al fin y al cabo, escribo para eso. Para ponerle letra a la música de mis deseos...
      Jajaja. Hasta ha quedado bonito.
      Yo, como cuento más arriba, hago mi trabajo. Si la celebración sale bien, vuelvo a casa el domingo y vuelvo satisfecho.
      Para eso me pagan.
      Y de invitado... ¡hace años que no voy a ninguna!
      Saludos.

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  7. Jajajajaja!!! PObre novio, eso sí en la boda lo pasasteis genial. POr cierto, dónde estaba Angela?.Espero que no estuviera con Manolito...Un abrazo :)

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    1. Ángela, por lo que veo, me puede dar para sacar adelante un par de artículos más. Y con respecto a Manolito... Pues mira, ese puede darme para iniciar un nuevo blog...
      Un beso, cielo. Si te has divertido en esta boda, me doy por satisfecho.
      Y agradezco, cómo no, tu visita y tu comentario.

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  8. Claro, si es que si el novio no bebía, malo... Me ha tocado alguna vez ser la única sobria en una fiesta y no sabes si esconderte, fruto de la vergüenza ajena, o resignarte y reírte de las payasadas alcohólicas ajenas... Un papel difícil. Besos!!!

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    1. Como comento más arriba, mi trabajo es organizar eventos. Por desgracia (para mí, no para mi empresa) aguanto algún ciento de celebraciones al año... y no puedo (no debo) beber ni gota. Menos la misa y el polvete final (que dudo menudeen) todo lo demás me deja de responsable.
      Por tanto: miro y callo.
      Y después... digo que he estado allí. Y vengo y lo cuento.
      Un beso.

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  9. Jajaja vaya bodorrio verdad? y creo que cuando has ido a uno ya los conoces todos, magníficamente descrito el ambiente y todos los personajes, incluido el Manolito, jajaja. Siempre me haces reir tanto.

    Un abrazo amigo Jesús.

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    1. Es mi trabajo, amigo Rubén. Me dedico a ello. Hace ya tiempo que no asisto a un bodorrio como invitado, pero sí que los soporto con entereza. Hasta tres y cuatro por semana. Y hasta que no se van los novios, no puedo marcharme yo.
      Por eso me ha sido fácil escribir este relatillo. No porque lo haya vivido a menudo... sino porque lo trabajo cada viernes y cada sábado.
      Un abrazo. Y gracias por andar siempre por aquí. A veces de soslayo, a veces dejando un comentario que siempre te agradezco.
      Un abrazo y gracias.

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  10. Me he reído un rato largo con el relato, pero ya cuando has vuelto de las minas de Berlín se me saltaban las lágrimas de risa....
    Besazo

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    1. Tú te habrás reído... vale.
      Pero yo -¡soy tan egoísta!- me alegro un montón de que andes otra vez por aquí cerca.
      Porque seguro que no has vuelto con las alforjas vacías. Seguro que me llegas "rediviva".
      Y te doy las gracias yo a ti, porque desde tan lejos has conseguido contagiar sentimientos muy íntimos...
      Conque un besazo. Bienvenida.
      Y, por supuesto, gracias.

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  11. A esos Manolitos te entran ganas de estrellarle cabeza contra la pared... y no se como hacen, pèro siempre hay uno eh??

    Algún día puede ser que abra un blog contando experiencias vividas quien sabe, tengo una de bodas que pá que. No se si te conté, soy gitano por madre. Bueno mi hermano se casó con la hija de uno de los mas ricos del pueblo y claro, tuvo que invitar a la familia materna, vamos un monton de gitanos, tengo como 13 tios y doscientos millones de primos jajaja. Imagina eso ligado con la creme de la creme de Los Palacios en el restaurante mas fino del pueblo almorzando ( luego la fiesta fue en el campo, tres días nos pegamos, paaa vaya juerga macho ) daría para una muy buena entrada, yo ahora me rio recordandolo, pero en aquel momento lloraba.

    Un abrazo desde el Río de la Plata miarma donde parece por fin, llegó el verano

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    1. Jaja!. Yo trabajo en un catering, paisano, pero no de camarero, sino en la organización y la logística. O sea, que soy el encargado de que "no falte de nada". Pues macho, he pasado por unas cuantas bodas gitanas y en cada una he hechado más horas extras que en todo un mes. Palabra. Furgoneta parriba y furgoneta pabajo, venga a traer bebidas, venga a traer comida, venga a ver amanecer y traer chocolate y churros para 500 y vuelta a empezar con los barriles de cerveza y más pescaíto frito y... ¡me cago en la leche!
      Un abrazo, compadre, y disfruta de ese verano en compañía de los tuyos, que seguro lo teneís todos bien merecido.

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