jueves, 13 de octubre de 2016

-- Carta dentro de un libro.

Transcribo, sin añadir ni quitar coma, una carta que encontré entre las páginas de una novela policíaca, adquirida días atrás en una vieja librería del centro de Sevilla, más exactamente en un conocido mercadillo de libros usados. La carta tiene fecha de hace ya muchos años y tan sólo he cambiado los nombres propios.
    
     Ver la cara de tu amante, me ha hecho reparar por primera vez en la tuya, Ángela. Esto que lees, no se parece en nada a una novela policíaca de las que tanto gustas. Y como puedes observar, si en verdad lo fuera, pocos la leerían, porque la intriga ha quedado desvelada en la primera línea que he escrito: debes entender que lo sé todo. Y a partir de aquí, o seguir leyendo o conformarte con saber que se acabó el cuento: el de hadas de tu joven amante, el de terror de éste tu indeciso esposo. O el de viajes y aventuras donde has sido tú la intrépida protagonista durante no sé ni me importa cuánto tiempo.
    
     Ramón Conde -¿te suena?, ¿te sorprendes?- me ha parecido un jovencito de lo más encantador, así, visto a lo lejos, jaja. Si es un crío, Ángela, si es un crío, ¿cómo has podido...? Le doblas la edad. Es un crío a tu vera y ni siquiera he tenido valor para arrastrarlo por las calles, porque sé que lo engañas a él tanto como a mí.
    
     Los ojos de tu amante y los ojos de nuestros hijos, como los de cualquier niño,  son tan parecidos... Gastan miradas que no temen al desengaño, porque ni siquiera imaginan que exista nada en otras miradas que pueda no ser tan noble como en las que en ellos centellea. Los ojos de ese Ramón y los ojos de nuestros hijos, ¿lo has pensado alguna vez?, son ojos condenados a deshoras a conocer el brillo de la perfidia, a perder por un ruin capricho ajeno (el tuyo) la facultad mágica del asombro, a no parpadear más delante de la cara de quien más confianza les mereció: tú. Tú, Ángela. ¿De veras que nunca te has dado cuenta?
    
     Me ha costado trabajo, pero no ha sido un trauma desolador dejar de amarte. Quiero decir, que parece cierto que tememos más a los sentimientos que a los hechos que los motivan. Que suele dar más miedo pasar miedo que plantar cara a la causa que lo provoca. Y eso debe de ser lo que me ha llevado últimamente a esquivar o a pretender eclipsar la certeza inexcusable de que algún día tendría que escribirte una carta como ésta, para decirte simple y llanamente que he dejado de quererte.
    
     Que ya no te quiero, Ángela. Y que ver la cara de tu amante me ha hecho reparar por primera vez en la tuya. Me ha hecho fijarme con más detenimiento en la de nuestros hijos, para preguntarme lleno de dolor que quién osa burlarse, que quién se atreve, que quién puede tomarse a guasas o desbaratar de una bofetada sin mano la inocencia mágica que irradian sus miradas... Porque atiende, escucha. Que la vida aseste palos, me parece normal y hasta edificante: pero que los palos los aseste gratuitamente la misma madre que nos parió, me parece imperdonable, perverso por no decir una verdadera cabronada, digna de cobardes que ni merecen el desquite a que obliga el insulto.
    
     Y mira que te he querido... ¡cuánto te he querido! No temas, porque nada enturbiará mi memoria. Nada de esta Ángela reflejada hoy en los ojillos claros de un jovencito imberbe, ensombrecerá nunca a la Ángela a la que amé. Que te he querido y que ya no te quiero, eso es lo único que va a revelarte esta carta.
    
     Antes de ponerme a escribir, he estado hurgando en la caja de lata donde guardamos las fotos. En una aparecemos tú yo, de recién casados. Hay otras en que aparecemos de novios, hace más de veinte años, sentados en un columpio de un parque, yo afeitado y tú todavía con el pelo hasta la cintura. Después, fotos de colores más vivos en que aparecen ya nuestros hijos, Tere con apenas cinco añitos, Tere en su primera comunión mostrando en la muñeca su reloj blanco. En otra estampa muy bonita estás tú, de medio cuerpo y desnuda de la cintura para arriba, dando el pecho a Manuel, que se aferra con sus manitas a tu cuello. Las últimas, de hace un año, todos en la playa, formando una escalera sobre la arena, hincando la sombrilla, retozando o bañándonos... Y en una de ellas, tú y yo besándonos. Me he pasado horas con esta foto en la mano, observando tu cara. Supongo que ya salías con Ramón entonces. Que esas llamadas que ibas de vez en cuando a hacer a la cabina próxima, para preguntar por tu hermana o por tu madre, eran tan falsas como tu pretendida placidez o tu desbordada sonrisa ante la cámara. Supongo que cuando desfilábamos cada mañana camino de la playa, o cuando sesteábamos en el apartamento, o cuando salíamos a cenar a un velador por las noches, supongo que ya tú pensabas en él. Tus dedos, supongo, ya guardaban entonces el tacto de su piel. Y tus labios...
    
     ¿Pero sabes qué es lo que más me asombra de todo esto? ¿Sabes el sentimiento más extraño que ha propiciado en mí esta caja de lata repleta de fotografías? Te lo diré. La sensación de que no podré ya prescindir de ella. De que ahora más que nunca, vendré a perder la vista por aquí: cualquier mañana como hoy mismo en la soledad de esta salita, o cualquier noche en el mar sin horizontes de mi cama. La sensación de que necesito hoy, ¡y no me duele!, recordar día tras día que he sido feliz a tu vera. Que te he amado sin contemplaciones y que mi memoria por siempre estará impregnada de ti.
    
     Lo que tú haces y lo que tú hagas ya, a mí va a importarme un carajo. Y te lo digo así de drástico y de bárbaro, como quien arroja una palada de cemento que presta contundencia a este muro de acero: porque a aquél lado te quedas tú y a éste otro me quedo yo, con mi caja de lata cargada de instantes... Y de cada instante, ¿no lo sabes?, es menester recordar el sentimiento que cada uno nos propició y no tanto el instante reflejado en la imagen. Recordar risas pero no el chiste. Recordar cosquilleos de placer, pero no la mano que los propició. Recordar la ilusión de una cita sin necesidad de tener que recordar quién debía de acudir a ella... Eso me quedo. Sólo de esta forma se vive mirando al frente, sin hacerle el juego a la añoranza y sin desear nunca, para nada, volver atrás.
    
    Tú te perderás, Ángela, serás para siempre pura química impregnando papel kodac. De ti sólo me restarán sensaciones. Evocaré amor sin evocarte a ti. Miedo sin evocar monstruos. Será difícil pero aprenderé a hacerlo cada día un poco mejor, en la soledad temprana de esta salita o en el mar sin horizontes de mi cama; al principio, con la caja de lata sobre mis rodillas, después sin otra cosa que mi antojo... Y mi bella Tere y mi travieso Manuel.
    
     Te dejo, Ángela. Y no es una coletilla más para rematar una carta cualquiera: te dejo en el sentido más amplio de la palabra. ¿Lo coges? Te dejo porque en los ojos de tu amante he podido asomarme a los tuyos y he visto también reflejados los de mis hijos. Ramón Conde está, al fin y al cabo, en esa edad en que los azares de la vida asestan, tarde o temprano, sus primeras estocadas, casi siempre bajo el disfraz luminoso del Amor.
    
     Pero mi Tere y mi Manuel, no. Todavía no. Tanto más si el disfraz que para la ocasión ha elegido el azar, es el disfraz de su mismísima madre.
    
     Te quise un día: Julio.


Esta es la carta, tal cual la encontré, muy arrugada pero cuidadosamente doblada en el interior de una novela policíaca. El papel es viejo y presenta en su superficie a modo de unos como oasis aislados y blanquecinos, que he intuído perfectamente fueron un día huellas de lágrimas. No puede discernirse, claro está, de lágrimas de quién. Si de quien la redactó o de quien fué su destinataria. Eso quedará, aunque no tenga mayor importancia, a la imaginación de cada cual.







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44 comentarios:

  1. Qué temple quien lo escribió, y que bien redacatado y analizado cada uno de los sentimientos que refleja la carta.
    Guárdala como reliquia, que es digno de releer. Aunque el motivo sea triste, sin duda ese caballero era sentimiento puro.
    Y las lágrimas las de ella, que si él no le quiere en ese momento no le habrá merecido la pena derramarlas por esa mala mujer!
    Besitos

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    1. Me alegro de que te haya gustado. A mí me encantó desde mucho antes de leerla...
      Creo que al escribirla,esta persona hizo un gran esfuerzo de introspección, y creo que se sentirá muy satisfecho de que haya conseguido transmitir algo más de lo que puede verse desde "afuera".
      Gracias por tu comentario.
      Se lo pasaré si me lo cruzo algún día.

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  2. Oh... Se me ha congelado la sangre al leerlo. Cerrar un libro que te ha hecho sentir tantas cosas, y ese libro, es su esposa... Y sus hijos, ¿qué pensarán sus hijos? ¿Que su madre despedazó una familia por un chico pocos años mayor que ellos? Y, el tal Ramón, ¿qué sentiría si conociese la realidad?

    Qué triste el conjunto... Y qué bellas las ansias de seguir adelante.

    Un abrazo,

    Leire

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    1. Agradezco tu comentario... Y que la carta te haya "congelado", como dices, es un elogio muy grande para su autor.
      Ojalá un día me lo encontrara para transmitirle tus palabras.
      Y lo encontraré... porque no creo que ande lejos.
      Un beso y gracias.

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  3. Hace un par de años compre en una librería de viejo un libro Etnográfico sobre la Amazonia, era antiguo, principios de 1900, en ella contenía una carta, no quise leerla me dió pudor y ahí está.

    Lo que a ambos nos ha ocurrido, y me imagino que a otros amantes de la lectura que compran en librerías alternativas, es imposible pensar que este tipo de cosas las encontraremos en cualquier libro electrónico o de nueva edición. Estos hechos enriquecen los libros, le dan misterio, diría que son otra historia aparte de la propia que nos cuenta el propio libro.

    En estos casos, son libros mágicos.

    Un saludo

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    1. Siempre ha sido un tema muy recurrente en la literatura eso de hallar una carta escondida en mitad de un viejo libro...
      ¡Cuántas novelas o cuántos relatos, a fin de cuentas, han tenido semejante empiezo...!
      Tú ya me entiendes, compañero. Tú, por lo que leo, sí tienes la carta y el libro.
      Yo, solamente tenía el libro... Y lo demás... vino solo.
      Un abrazo, una vez más. Y una vez más, gracias por tu comentario...
      Esa carta de que hablas, me consta que sí existe.

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  4. Una perfecta carta de desamor.
    Desgrana sus sentimientos uno a uno y se explica a sí mismo, con la disculpa de decírselo a ella, el porqué la ha dejado de amar.
    La pregunta es, si al final se ha convencido.
    Felicita al autor, que intuyo que no andará lejos. :D
    Besazo

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    1. Jaja, eres un encanto.
      Pues sí. Las cartas de desamor, a veces, son... no digo que más hermosas. Pero sí creo que más sinceras.
      Las cartas de amor se escriben deseando a cada línea darlas a conocer al mundo entero. Y las cartas de desamor, se escriben para una sola persona.
      Por descontado, felicitaré al autor... Aunque quizás quiera seguir permaneciendo en el anónimo.
      Un beso, querida amiga.

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  5. Maestro, sin palabras me hallo ante tanta belleza, me descubro, me quito el sombrero imaginario ante tu prosa mágica. Una pequeña perla, un tesoro, una maravilla leerte.
    Que bien escribes jodido, eres un puñetero escritor.
    Muchos besos, me vuelvo a releerlo

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    1. Ay, hermana. Si me dijeras esas palabras a mí, me sonrojaría e iría directamente a buscarte y darte un beso, aunque el coriano me asara a la lata, como a los albures de Coria.
      De todas maneras, te prometo que en cuanto encuentre al autor de semejante cursilada, le paso tus desbocados elogios. Creo que debe de ser un tipo agradecido y mientras lo encuentro, te mando este besote de agradecimiento.
      Muack.

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    2. El "que", siempre que sea interrogativo o exclamativo, debe de acentuarse siempre.
      O sea, que quedaría así:
      Qué lista.

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    3. Los "que" "porque" y "si no" me llevan por la calle de la amargura.
      Entonces es así: qué guapo!

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    4. Efectivamente.
      El "qué" es correcto.
      El guapo ya no es cuestíon de ortografía, sino de vista.

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  6. Tu fortuna de encontrar la carta es doble, porque el autor de la misma no desmerece esos escritos a los que nos tienes malacostumbrados. Cuando no te apetezca escribir puedes seguir buscando, que seguro encuentras otras.
    Un abrazo.

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    1. ¿Qué puedo decirte?
      Me dejas mudo, que no sin palabras.
      En verdad que reconozco ser afortunado, porque sin tener nada de qué escribir... me he topado con esta carta dentro de un libro que no esperaba que contuviera otra cosa que aventuras.
      Me ha sacado del apuro la cartita, es verdad.
      Porque hay veces, que a uno no se le ocurre nada.
      Un abrazo, compañero. Y gracias, como siempre, por andar cerca.

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  7. Cuantas cosas se pueden decir cuando se quieren decir las cosas.
    Poco le importaria la carta si la dejó olvidada en un libro que luego vendió. Y en cuánto a él, hizo lo que le pidió el corazón que no el cuerpo, pero hay una cosa que no me creo, que dejara de amarla de la noche a la mañana. Eso se consigue pero con el paso del tiempo.
    Me gustó, me gustó mucho. Besos
    Ana

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    1. Yo no creo que dejara de amarla de la noche a la mañana... Yo creo que lo que hizo de la noche a la mañana fue tomar la decisión de decírselo. Y creo, en verdad, que la siguió amando a pesar de todo. Era un tipo, parece ser, muy apegado a su ideal de familia.
      Algún día, espero, sabremos más de él.

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  8. Pues desde luego el mozo tenía clase, aguante, nivel, porque no se suele, digo yo que no lo he vivido, atender así a un acto en teoría tan vil, digo en teoría porque no me gusta escupir para arriba por si algún día me cae el escupitajo.

    Quizá lo peor de todo fueran esas últimas fotos, ya hechas bajo el engaño, en cualquier caso ese desconocido se nota que controlaba esto de las letras.

    Abrazos.

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    1. Evidentemente, el tipo tenía cierta calma no sé si aborrecible o envidiable.
      A veces pienso que nunca llegó a entregar la carta, y que se limitó a desahogarse escribíéndola para después olvidarse de ella en el interior del primer libro que le vino a la mano... No sé.
      Y sí. Parece, aparte de alguna que otra cursilada, que el tipo no escribía del todo mal.
      Un abrazo, compañero, y gracias por tu comentario.

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  9. Una carta escrita, parece, que con mucho dolor, aunque el autor asegure que ya no la quiere.

    Cuando le veas, dile que está muy bien escrita.
    Dile que no sufra por alguien que no merece.
    Dile también que ha puesto mucho sentimiento en su ejecución.
    Dile que estás dispuesto a publicar todo lo que escriba.
    Y "dile", por favor, que siga escribiendo así.

    (Ya sabes...sigue así)... ahora que no nos ven.

    Un abrazo.

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    1. Se lo diré todo tal cual me lo has dicho. Creo que le encantará saber de tan bellas palabras...
      Y le diré, por supuesto, que siga así, si a ti te gusta (ya sabes, ahora que no hay nadie).
      Un beso, cielo,y muchas gracias.

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  10. Qué carta tan bien escrita, qué conmovedora la historia y lo bien qué explica el que la escribió sus sentimientos. Me ha encantado. No creo que el libro que la albergaba estuviera a la altura, la verdadera adquisición que hiciste fue la carta.
    Quiero suponer que las lágrimas son de la mujer y que él rehaciera su vida...
    Besos

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    1. Creo que sí, que la rehizo... Aunque quizás la suerte me traiga a las manos otra novela con el final de la historia escrita en otra carta...
      Aunque en verdad, creo que el final queda mejor así, en el aire, que es donde deben quedar los finales.
      Un beso, compañera, y gracias por tu visita y por tus palabras.

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  11. ¿Te la encontraste o la escribiste? Si fue así, ¿se la diste o se la dio?
    Creo que le conoces demasiado.
    Saludos
    Ana

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    1. Jaja. Yo creo, por el contrario, que conozco muy poco a ambos.
      Si es que en este blog, escribe cualquiera que se me cuele por la puerta de atrás.
      Un beso, cielo, y gracias por tu visita y tu comentario.

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  12. Yo no le busco los tres pies al autor. Si el Quijote lo escribió Cidi Hamete Benengeli, esta carta la puedo escribir un cornudo, y perdón por la forma de señalar. Eso sí, un cornudo con estilo, que de todo hay en la viña del señor.
    Uno de los alicientes de comprar libros de segunda mano, es la posibilidad de encontrar este tipo de sorpresas. Cartas, postales,marca páginas, flores secas, fotografías, etc. Pequeños objetos que te cuentan historias diferentes a las que te cuenta el propio libro. O las dedicatorías, no ya del autor, sino de aquel que compró el libro y lo regaló a otra persona.
    Yo encontré esta extraña dedicatoria en un libro:
    http://merino1957.wordpress.com/2009/03/03/%c2%bfque-se-esconde-tras-esta-dedicatoria/
    Aunque hice esta entrada para ver si conseguía que me la explicaran, casi es mejor dejarla como está y que no me la expliquen.
    Un abrazo, amigo.

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    1. El cornudo en cuestión, a más de cuernos y cierto estilo floripóndico, tenía a lo que se ve una paciencia envidiable.
      Con respecto a las dedicatorias en libros viejos, ejemplares tengo que he adquirido solamente atendiendo a ellas... son pequeños tesoros que con unas cuantas o una sola línea, sabemos que guardan siempre una historia detrás.
      Y finalmente, he leído tu enlace y en él te dejo (oh, mi descuidado Watson) un par de importantes pistas que te llevarán con paciencia a encontrar tanto al remitente como a su comatosa destinataria.
      Un saludo, buen hombre.

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  13. No sabes lo que me gustaría encontrar algún día una carta así de bonita y ser capaz de....¿qué has dicho que has hecho?.. ¿transcribirla?.... :D

    Preciosa declaración de "no amor".

    Besos

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    1. Es una carta "bien"... No sé si me entiendes. Es una carta que me sorprende que pueda existir alguien que pueda llegar a escribirla de esa manera... Sin rencor, sin más despecho que el que desprenden sus propios recuerdos y su propia existencia a la vera de una persona a la que -en el fondo- no deja de amar.
      No me gustaría, llegado el caso, recibir una carta así.
      Como decía Oscar Wilde... el hombre valiente mata con una espada pero el cobarde lo hace con un beso.
      Y no quisiera que un beso me matara.
      En el fondo, es una carta cruel.
      Besos... Pero besos sinceros.

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  14. Por eso le tengo declarada la guerra al e-book. Ahí nunca vamos a encontrar algo así. Un pedacito de la vida de una persona olvidada entre las páginas de un libro. Una historia dentro de otra... Es fantástico. Un besote!!!

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    1. Y además está el olor. El olor de un libro nunca podrá imitarlo la pantalla de un e-book, ¿no crees?
      Un beso, amiga mía, y gracias por tu visita.

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  15. Me cae mal ese autor de la carta porque está dolido y no puede con sus cuernos y en vez de atajar el tema de frente se regodea en una carta queriendo demostrarle a su mujer que lo sabe todo y que "Lo que tú haces y lo que tú hagas ya, a mí va a importarme un carajo" !Anda ya! y por eso te llevas la cajita.

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    1. Desde luego que el tipo era un cornudo, pero de la inspiración al parecer no conseguía pasar. Para mi gusto, le veo demasiado blandengue. Yo sé perfectamente lo que habría hecho con la lata, o al menos dónde estamparla.
      Jaja.
      Un abrazo, preciosa, y gracias por tu comentario.

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  16. Mira vecino debes proveerte de unas cuentas cajas de ducados y cogerte un mogollón de folios o que digo folios si ahora tienes un súper ORDEÑADOR y escribe una novela que YO LA SUEÑO YAAAAAAAA!!!!!

    Mira me encanta la forma en la que has enfocado el relato, porque es la postura regia de un gran caballero que a pesar de los,pesares no oculta su gran amor vivido al lado de Ángela, que piensa en sus hijos en los que no pensó ella .... Los instantes vividos nadie se los podrán robar aunque ella no los valoro y no mereció ni siquiera decírselo ....

    Pero vecino una objeción simplemente por probabilidad lo más usual es que el cabron sea el tío eh!!!! Pero te comprendo vecino parece que tiene más carga que el pobrecito sea el. ;)

    Perdona por las faltas pero desde el iPad se escribe raro y a veces traduce como le da la gana.

    Que sepas que hace días que vi que habías publicado pero no he tenido un momento para sentarme y leerte como a mi me gusta y ahora que duermen he aprovechado.


    Te deseo un buen fin de semana a ti, a tu reina y a tu princesa. Amelia.

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    1. Efectivamente, Amelia, en principio escribí el relato desde el punto de vista de ella. O sea, que el malo era él. Pero la verdad, no llegaba a convencerme del todo. Le di la vuelta a la tortilla y volví a escribirlo desde el punto de vista de un hombre, y creo que ganaba un poquito más en sinceridad y en originalidad. Quizás por el contraste entre la "dureza" que se le presupone a un hombre y la sensibilidad conque éste escribía.
      Ya veo que eres una gran observadora.
      Con respecto a lo de la novela, jaja, pues llevo escritas unas seis o siete... Pero es un mundo en el que cuesta mucho meterse, aunque desde luego que no se pierden las ganas ni las esperanzas.
      Un besote, amiga. Gracias por tu visita y por tus amables palabras. Os deseo lo mejor, hermosa familia.

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  17. No imagino cuan doloroso fue para él redactar esa carta, noto en sus palabras mezcla de sentimientos y emociones encontradas...me quedo con la duda de si la carta fue leída por ella o no...

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    1. Creo que ese hombre escribió la carta con sentimientos encontrados, por supuesto, pero me da la sensación de que predominaba ante todo el Miedo.
      Miedo por su hogar, por sus hijos. Todo el miedo del mundo a tomar una Gran desición. Todo el miedo del mundo que ella no tuvo...
      Con respecto a si ella la leyó o no, no tengo ni idea. Quiero pensar que sí, porque la carta en cuestión (aun en su estilo sensiblero) creo que era una rosa envenenada.
      En fin, compañera. Un placer verte por aquí y mi gratitud por tu comentario.
      Un afectuoso abrazo.

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  18. Maldición, uno siente envidia del autor de esa carta. No por su enorme decepción al descubrir la infidelidad de su amada; ni por su comprensible dolor ante esa vil traición. Uno siente esa mezcla de sentimientos agridulces que se experimentan cuando disfruta de la lectura de algo como lector, y al mismo tiempo sufre como escritor la envidia por no haber sido capaz de escribir algo así. Si por casualidad, Jesús, te encuentras con el autor de esa carta, transmítele este humilde comentario de mi parte.

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    1. Ojalá lo encontrara, compañero, pero me temo que nació y murió cuando la escribió. Que su existencia solamente tuvo razón de ser para escribirla y dejarla después ahí, en medio de un libro o en medio de un blog, a la mano de quien hurgara en uno o en otro. Y después, no tuvo más que hacer que convertirse en nada y evaporarse... o al menos, aguardar en el limbo a que su Dios le llame para pedirle explicaciones.
      El comentario, que por sí solo vale tanto como una entrada, seguro que lo ha leído y seguro que le ha hecho ver que aunque haya vivido solamente un instante, ha merecido la pena de sobras.
      Un abrazo, amigo.
      Nos han encantado tus palabras.

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  19. Mira que eres afortunado eh? encontrarte tales cartas en libros de segunda mano, curiosamente yo también encontré hace unos días algo, pero fué un libro abandonado, "El evangelio según Jesucristo" de Saramago y también traía algo dentro: una pequeña tarjeta de publicidad de una tienda de modas, que el olvidadizo lector o lectora utilizó como separador.

    Un abrazo Jesús.

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    1. Ah, es lo maravilloso de los libros, que pueden esconder tantas historias dentro... Una carta, un marcapáginas, una hoja de un árbol, un pétalo seco, incluso un cabello... ¿y qué esconderá detrás cada uno de estos detalles? ¿Qué historia? ¿Qué persona? ¿Qué sentimiento? Es mágico imaginar, amigo. Es mágico.
      Un saludo afectuoso.

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  20. Gloria Rosa Bermejo7 de abril de 2013, 18:53

    Tremenda carta, amigo, capaz de tenerme el corazón encogido mientras leía cada una de esas palabras llenas de dolor. Qué cantidad de sentimientos se reflejan en esas palabras. Si yo, sin ser la destinataria de la carta, casi lloro al leerla, me aventuro a decir que Ángela sí la leyó y que, esas lágrimas que se intuyen en las manchas del papel, son de ella.
    Sencillamente maravilloso.

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    1. Tremendo también tu comentario, amiga mía, que es de los que dejan un especial gusto en el alma. Yo he llegado a pensar que las lágrimas, quizás, eran de ambos. Y que ese simple trozo de papel recogió y unió por vez última las húmedas huellas de dos personas que nunca ya volverían a compartir ni una sonrisa ni una lágrima.
      Gracias por tus palabras, querida Gloria.

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