miércoles, 27 de diciembre de 2023

-- Adoptar un Hijo

Vayan ante todo mis respetos a muchas organizaciones de valía. 

¿Pues no resulta que empiezan a resultarme odiosos los programitas de la tele,  diciéndome que mande un euro al quinto coño para que se vacune a un niño? ¿O esas campañas de no sé qué compañas para que adopte virtualmente a un meón por solamente 12 euros al mes?

Si tanta criatura se muere de hambre, ¿por qué leches hay que esperar seis años para poder adoptar una? ¿Qué tipo de negocio negro se esconde detrás de este temita de las adopciones?

¿De veras se quiere acabar con la mortandad infantil? ¿Y por un solo euro la llamada? ¿Por un euro al mes? ¿Por doce euros al año?

 Hay miles de familias esperando a un hijo en adopción. Miles de familias (porque las conozco muy de cerca y cualquiera puede tenerlas a su lado) que no darían solamente un  euro para mantenerlos con vida un año, sino que pagarían alegremente cada día por darles de comer, por darles estudios, por cantarles  una nana, por abrazarlos o por besarlos en cuanto abren sus ojos. 

Miles de familias. Miles de parejas, sean del sexo que sean, que se miran a los ojos cuando ven estos anuncios en la tele... y se dicen sin hablar: "¿un euro?,  ¿un euro... ? Nuestra vida le damos a una criatura de éstas si la tuviéramos aquí ya, en casa, en esta cuna vacía que solamente se ha ido llenando de ilusiones".

No sé quién maneja este tema de las adopciones. 

No sé quién lleva las riendas, quién decide a un buen padre o a una ejemplar madre... No lo sé.  

Pero sea quien sea, no merece estar ahí. 

Si hay tanto niño que muere (no me refiero a quienes tienen a su familia, porque al menos morirán juntos y ya es algo); pero si tanto niño hay solo por estos mundos, ¿a qué viene pedir limosna por televisión? Casi, casi, como la matrona gitana que pide por las calles con un bebé en brazos. Porque me suena a lo mismo.

Dad ejemplo. Dad esas criaturas moribundas a quienes en verdad las quieren... y deben de aguantar seis años de espera y de pesquisas, como si fueran unos padres delincuentes en potencia a los que hay que cachear y vigilar continuamente. Y además, pedirle una especie de fianza de más de 12 o 15 mil euros. Puedo repetirlo: 12.000 ó 15.000 euros... Como si en vez de padres, fueran ellos los delincuentes. O como si debieran de pagar un rescate por dar amor... ¿en qué mundo vivo? ¿En qué mundo vivimos?

Agilizad las adopciones. Habrá menos niños muertos. Menos tráfico de niños. Menos negocio, menos prostitución, menos hijos de puta ganando dinero con todo este tema.

No quiero mandar un euro ni poner un SMS a tal número, para que un niño dure 24 horas más.

Mándadmelo a mi casa. Aseguro que no le faltará de nada. 

Y el euro, para piruletas y chuches.






martes, 26 de diciembre de 2023

-- El Mundo en Babuchas.

     Hay días en que uno se levanta sin ganas de escribir.
    
     Hay días en que uno se levanta sin ganas de levantarse, mire usted qué cosas.
    
     Y uno no se lava la cara, no se peina, no se afeita y no se quita el pijama ni a pedradas.
    
     Uno embute los pies en unas babuchas que lo llevarán y lo traerán hasta que venga la hora de acostarse de nuevo... algo así como si hubieran eternidades de catorce o de quince horas.
    
     Uno se echa además,  por hacer algo que justifique el derroche de oxígeno aspirado, a la calle.
    
      Es algo que recomiendo incondicionalmente. Echarse a la calle acabaditos de levantar.
    
     Caminar con babuchas sobre el irregular y húmedo asfalto de las aceras puede resultar doloroso para quien no ande acostumbrado, es cierto. Si hace una mañana fría, será menester y recomendable abrocharse a conciencia hasta el último botón del pijama. Los catarros son tan traicioneros como minutas de abogado. Lo ideal, ya puestos, es llevar encima la bata de boatiné, muy redobladito el cuello hacia adentro... No prestar, por descontado, mucha atención a quien nos mire o nos señale o se eche a reír. Los críos sobre todo, son la leche de crueles. Los taxistas son unos guasones pero se cabrean pronto, ojo. Y los adultos en general, te permitirán caminar holgadamente en cuanto te vislumbren de lejos: se apartarán a un lado y te cederán con gentileza toda la acera para ti.
    
     Darse a pasear por las calles en babuchas, pijama y bata de boatiné es una manera la mar de lícita y complaciente de ensanchar las lindes del dormitorio, desoprimir (prefiero desopacar) los tabiques de casa y hacer del barrio, ¡qué digo del barrio!, de la ciudad, ¡ni de la ciudad!,  del Mundo una grata ampliación del Hogar.
    
     Imaginaos: todos en pijama por las calles...
    
    Considerando el mundo un hogar, como una extensión más de la salita, del dormitorio o del comedor, no sería complicado después hacer de sus pobladores una familia, una misma familia, una Gran Familia y sentirnos parte importante de Ella.
    
     Si la gente se echara a la calle en babuchas y pijama y boatiné -en verano, valen braguitas y calzoncillos- algo tan bárbaro como una colilla de cigarro o tan torpe como un asesinato no nos ensuciaría jamás las aceras. ¿Concebimos, acaso, una caca de perro en el centro de nuestra salita?
    
     Claro que no.
    
     Y mucho menos que pudiéramos concebir una guerra entre dos ejércitos acavernados entre batines de lunarcitos y babuchas de a cuadros, con el botón último del pijama -rosa o azul- bien abrochadito sobre la nuez del cuello.
    
     ¡Empecemos hoy mismo!
    
     Lo teníamos demasiado cerca como para verlo: el Nuevo Mundo empieza y acaba en la primera baldosa de nuestro propio dormitorio.
    
    
Quizás le interese, ya puestos:
-- Reflexiones: me río y no lo entiendo.
-- Extractos de mi Diario Íntimo II.
-- Vuelta de Vacaciones.

domingo, 24 de diciembre de 2023

-- España no lee por tu culpa, Celestina.

    Se cumplen, mire usted, unos 516 años de la publicación de La Celestina...
  
   Obra emblemática y eruditísima, ¿quién lo duda? Y Obra cumbre y Obra modélica. Y Obra ejemplar, meritoria, emblemática, axiomática y etcéteras varios.
  
   Y Obra responsable de que mi hijo, y me temo que media España, no lea.
  
   Tal como lo digo.
  
   Mi hijo es un chaval aparente y perfectamente normal, o sea que se viste como el fantasma de Canterbury, calza botas dos tallas por encima de las de un zapador de Ingenieros  y le resulta en ocasiones imposible comer calamares fritos de dos en dos, porque se le eslabonan con la argolla que lleva como pearcing en el labio de abajo (según se le mira la cara, de frente).
  
   Normal es mi hijo y normal es, pues, que huya de los libros como del diablo.
  
   ¿Por qué? ¿Desde cuándo?
  
   Pues desde el nefasto día en que su profesor de Lengua le endiñó, a él y al resto de su clase, lo que yo denunciaría como un alevoso e inmisericorde Celestinazo en mitad de la frente. Eso no se hace, señor mío. De los 25 alumnos que había  en la clase aquélla mañana, hubo quien lo sobrellevó con entereza. Mas hubo quien no pudo ya abandonar el hábito molesto de morderse los cuellos de las camisas o bizquear mirándose un codo cuando pasaba por delante de una librería.
  
   En todo caso, señor, para unos y para otros de estos sorprendidos alumnos, el puntillazo les vino a la evaluación siguiente... de la mano larga de El Lazarillo de Tormes. Obra cumbre y Obra eruditísima también. Y modélica y emblemática y etcéteras diversos. Pero, al igual que su hermana La Celestina, gran espantadora de futuros amantes de la Lectura.
  
   Con 12 o con 13 años, consienta conmigo, no se asusta así a un niño. No debe.
  
   ¿Por qué le hicieron eso a mi hijo, señor?
  
   ¿Por qué La Celestina, El Quijote, El Lazarillo, El Buscón... -obras grandiosas a las que sólo el tiempo nos puede arrimar-, esperaron a mi hijo y a otros miles de chavales a la vuelta de una esquina y les saltaron sorpresivamente sobre las espaldas, a traición? Para robarles de por vida la inquietud de leer...  
  
   Allí me lo echaron a perder, a mi hijo, señor, en aquélla clase rancia de minas de lápiz y de gomitas de borrar: pillándole la cabeza entre las tapas de unos libros, ¡con catorce años, señor!, que no pueden llenar ni colmar ni activar ni complacer ni provocar ni azuzar ni hacer soñar -¡pero sí roncar!-  ni hacer amar la Literatura a nadie.
   
    En España se lee poco.
    
    Y yo estoy por asegurar que la culpa la tiene una Celestina administrada a deshoras.
  
    Yo no la leí en mis tiempos de estudiante, señor, a esta malhadada Celestina. Una varicela venturosa o una gripe puntual, me libró de ella y me trajo a mi cama, en su lugar, los dos revólveres de Marcial LaFuente Estefanía, el bigote arrogante del Poirot de Agatha Christie o la pipa insatisfecha del Sherlock Holmes de Conan Doyle.
  
   De aquellos mis compañeros de clase, ¡pongo la mano en el fuego!, no debe de haber hoy ninguno que disfrute más con un libro entre las manos que yo... Incluído éste de que le hablo, nuestra Celestina de don Fernando de Rojas...
  
   Un libro que volví a leer ayer.
  
   Un libro al que solamente el tiempo, la inquietud, cierta dosis de pasión -cuando lo principal ya lo sembró Sherlock Holmes o Poirot-, puso entre mis manos a su justa hora.
   
   (Para Marina, profesora de Literatura, con afecto y espero que con... efecto).

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jueves, 21 de diciembre de 2023

-- Meditaciones sobre Educación.

¿La letra con sangre entra? ¿Debe pegársele a los alumnos?, son dudas que a veces se plantearon psicoanalistas, profesores o algún miembro del Senado. Mi respuesta es: ¡N0! ¡Nunca!
 
  Debe azotarse solamente a los padres, una vez y otra en sesiones más o menos espaciadas, hasta que sean capaces de inculcar en sus hijos el hábito de la Buena Educación, puntal básico e ingénito de todo conocimiento. La ley prohíbe castigar físicamente a los menores, pero nada dice explícitamente sobre azotar a los padres. La ley pena al profesor nulo, pero no pena a los padres incompetentes. Un guantazo a tiempo es siempre efectivo, y si se aplica a individuos mayores de edad que son además padres irresponsables, no deja secuelas dignas de tener en cuenta y sí que mucho rendimiento.

   La Educación debe de enseñarse en una mesa de comedor. La Educación no precisa de escuadras ni tablas de logaritmos. La Educación no se retiene memorizando conscientemente nada: la única manera de enseñar Educación es siendo educados. Hay gente maleducada que haciéndose padres se hacen propagadores letales de la mala educación... Un hijo maleducado no está en condiciones de aprender, porque obviará siempre lo más importante: escuchar.
 
  Por tanto, y para devolver al profesorado al escalafón que nunca debió abandonar, retomemos el uso de las buenas palmetas de madera de roble y los elocuentes tirones de patillas: pero a los progenitores incompetentes. Cuando el hijo vuelva a casa y encuentre a papá o a mamá llorosos con una manopla mojada en el cogote, quizás aprenda a valorar más el sacrificio que los papás y las mamás hacen por ellos, en aras de La Buena Educación.

miércoles, 20 de diciembre de 2023

-- Alcohol y drogas: dopaje y literatura.

-- ¡Señor Ernest Hemingway!, le ha sido concedido el Premio Nobel de Literatura...
     El Señor Hemingway  sube al estrado, se atusa las barbas, respira hondo y regurgita alcohol, le pega un puñetazo al Jefe de Ceremonias y suelta un eructo en el micrófono...

--¡Señor Winston Churchill !, le ha sido concedio el Premio Nobel de Lit...
     Míster Churchill sube al estrado, se enreda un pie con la alfombrilla y cae de bruces sobre el Jefe de Ceremonias, tragándose el puro sin querer...

-- ¡Señora doña Ana María Matute!, ha sido usted galardonada con el Premio Cervantes que...
     La Matute se arremanga la falda, sube al estrado dando saltitos y se le derrama la copa de whisky en las notas que para su discurso llevaba. Por si fuera poco, pellizca en la pierna al Jefe de Ceremonias.
    
     Hablemos de dopaje.
    
     ¡Hablemos en serio de dopaje, por favor!
    
     Como todo el mundo sabe, dopar significa añadir impurezas a un monocristal que ...
    
     Empecemos de nuevo. Primera acepción de la RAE: dopar es "administrar sustancias estimulantes para potenciar artificialmente el rendimiento".
    
     ¿El rendimiento de qué?, pregunto. ¿De quién?
    
     ¿Solamente de los atletas? ¿Rendimiento solamente físico? ¿Somos solamente músculos, brazos, piernas y pulmones? ¿Y dónde anda la cabeza?
 
     -- Señor Ernest Hemingway, le ha sido concedido el Premio Nobel de Lit...
-- ¡Paso! ¡Paso! ¡Guardia Civil! Señor Hemingway, coja esta boquilla y sople...
-- ¿Cómo?
-- ¡Que sople, leches!
-- ¡Brrfffffffffff....!
-- Positivo. No hay Premio Nobel. Usted ha escrito "El viejo y el mar" estando dopado.
-- ¿Brrrfff...? -pregunta Hemingway.
-- Dopado. Borracho. ¡Harto Ron y harto whisky! Y a saber lo que se ha fumado. ¡Nada, nada! ¡A casita! ¡No hay premio, so tramposo!
    
     ¿Y ahora qué?
    
     Un atleta no puede tomar estimulantes para potenciar su rendimiento, pero un escritor suele escribir mejor cuanto más borracho o drogado o dopado está. Y eso a mí, no hay quien me lo quite de la cabeza. ¿Resumimos solamente un diez por ciento de la Literatura Universal?
    
     Hemingway (boxeador, borracho y escritor, por ese orden).
     Thomas de Quincey (dopado hasta para freírse un  huevo. Obras maestras).
     Charles Baudelaire (no había papelillos, pero se los liaba en los bajos de las cortinas. Gran Literatura).
     Edgar Allan Poe (todavía le dejan flores y botellas de tinto en la tumba. Y si no es tinto de reserva, no sale a beberlo ni aunque lo resuciten).
     Louise May Alcott (sí, sí, la que escribió "Mujercitas". Le daba a la garrafa  y al porrón).
     Francis Scott Fitzgerald ("El Gran Gatsby". Toda su vida creyó que tenía estrabismo,  hasta que un amigo lo convenció de que llevaba 26 años borracho).
     Truman Capote (dicen que escribió  "Desayuno en Tiffany`s" subido a una encimera del salón de su casa y dictándoselo a su canario).
     Feodor Dostoyesky ("Crimen y Castigo". Al parecer, no recordó nunca haberlo escrito y le echaba las culpas a su cuñado y a un vendedor de alfombras persas que pasaba habitualmente por su domicilio).
     Remontándonos unos milenios más atrás, tenemos a Catulo, a Ovidio y a Fernando Sánchez Dragó.
     Y hasta en las Santas Escrituras, ya Noé plantaba viñedos como quien planta marihuana. Y Nuestro Señor Jesucristo, tampoco tuvo el detalle de convertir el agua en zumo de naranja, precisamente... ¿para qué?
    
     Total. Que las Grandes Obras Literarias, al modo de ver de algunos, debieran estar prohibidas o al menos no debieran de estar reconocidas. ¡Por dopaje!
 
     -- Sopla aquí, anda, literato.
-- Oiga, que yo acabo de ganar el...
-- Que soples, coño. ¡Guardia Civil!
-- ¡Brrrrffff....!
-- Positivo. Tire el bolígrafo y la libreta. Y no vuelva a escribir hasta que se le pase la papa, chulo.
-- ¡Pero...!
-- Vergüenza debiera darle escribir borracho. Ande, ande... ¿Qué buscaba? ¿El Planeta, el Cervantes o el Nobel...? ¡No vale! Dopado no es escribe, listillo.
    
     No pretendo hacer apología de nada. De nada... de nada... ¿Pero cuántas obras maestras han salido de una mente efervescente de alcohol?
    
     ¿Cuánta buena literatura ha brotado de una cepa, de una viña, de un caldo bien pisado o de una planta bien regada...? ¿Cuánto legado no nos ha transmitido la buena y ensoñadora cogorza de un Graham Green, de un Thomas Wolfe o de un don Francisco de Quevedo? Incluso Cervantes se dopaba, señores: que ideó el Quijote en la cárcel de Sevilla y no me lo imagino yo sin dos chatitos de mosto o de manzanilla a la mano.
    
     Somos pura química (o al menos, eso han reconocido algunos científicos después de experimentar con medio litro de anís y un mono). Y si somos pura química, ¿qué diferencia puede haber entre llegar a una Meta harto de pastillas o llegar a un Nobel harto de cubatas?
    
     Si nuestro cerebro es  pura química, hasta los sentimientos debieran de ser tenidos en cuenta tanto como el alcohol o las drogas: porque todo nos hace reaccionar o nos estimula el neuronaje de manera distinta.
 
     -- ¡Pablo Neruda! Premio Universal de...
-- Sopla, Pablo, sopla. ¡Guardia Civil!
-- Oiga, que yo solamente estaba desesperado y he escrito...
-- Se lo cuentas a otro, Pablillo. ¡Sopla, leches!
-- ¡Brrrfff...!
-- Positivo. Has escrito con una sobredosis de desesperación. Eso está penalizado, machote. La desesperación es dopaje puro. Y las canciones de amor, te lo complican más.
 
     Si somos química, la química manda en cuanto hacemos. Y se está dopado, entonces,  cuando se escriben poemas de amor. Y se está dopado, entonces, cuando se escriben cantos a la esperanza. Y se está dopado cuando escribiendo rememoramos situaciones o seres queridos que ya no están. Y se está dopado cuando solamente escribimos con la sola pretensión de escribir... o incluso, con la pretensión de que nos lean.
 
     Porque hasta levantarse y cargarse de ilusión cada día para tirar adelante, ¿quién me dice que no es dopaje?
 
     Y este artículo te puede gustar o no, pero...
 
     -- ¡Jesús!
-- Sí...
-- Sopla, chulo. ¡Guardia Civil!
-- Oiga, que en mi blog...
-- ¡Que soples, mamandurria!
-- ¡Brrfff...!
-- Positivo. ¡Otro que aspira al Nobel! Aparca el teclado y entra en la furgoneta. ¡Vaya nochecita!
    
   
    
    Y quizás, ¿por qué no?, le guste leer:
--  Toreros y Atletas.
-- Anécdotas literarias.

    

martes, 19 de diciembre de 2023

-- Mi Tablet no funciona.

Vaya mierda de día.

Estaba en la terraza de un bar, tomándome una cerveza, relajado después de salir del curro, con la chaqueta desabrochada, las mangas subidas, las piernas estiradas debajo de la mesa...

Y de pronto, va y se le acaba la batería a la Tablet.

Total.

A mirar los naranjos, a oler el azahar, a observar a un gorrión dando saltitos por el suelo, a una pareja riendo, a un matrimonio haciendo carantoñas a su bebé, a dos ancianos por la acera de enfrente, ella muy tiesa y él apoyándose en ella; a un crío seguido de otros persiguiendo a unas palomas y dando gritos...

El cielo, azul.

El sol, escabulléndose ya y dando unos tonillos rosados allá a lo lejos, ocultándose entre nubes con formas de ovejitas o de corderitos o de tablets como la mía.

Vaya mierda de tarde. Sentado en la terraza de un bar y sin nada que ver por culpa de la batería ésta...

-- Cuando falla el Humor.

Algo no anda bien. Algo falla.

Escribir con humor y escribir temas humorísticos, está mal visto mientras no lo hagas delante de una pared de ladrillos y con un gallinero dispuesto a aplaudirte (previo cartel de APLAUSOS) y miles de tarugos que aplaudan en sus casas cuando ven aplaudir.

Y para colmo, los que hacen monólogos no los escriben ni los suscriben: pero son buenísimos aunque se caguen en tó... tus muertos. Pero te tronchas.

Otra cosa es escribir en papel, en facebook o en un blog. Entonces, no se sabe, ni se conoce, ni se distingue lo que es puro humor de indignaciones o flatulencias personales.

Un país o una simple persona de un país, que empiece a disfrutar desenterrando muertos y le busque tres pies al gato a un artículo de Humor... es un país o es una persona acabada. Y lo digo con lástima: cuando pierdes el sentido del Humor, lo has perdido todo. Estás entregando la bandera al enemigo.

¿Sentido del Humor? Para mí, el mismo que tenía Jaime Campmany, el mismo que tiene Antonio Burgos y el mismo que tiene la revista que sale los miércoles, "El Jueves".

¿De veras se está perdiendo el humor? ¿De veras todo cuanto se escribe ha de ser "literal" y "exacto"?

Si cuento el chiste de la vaca... ¿de veras me denunciará el gremio de ganaderos de España?

¿De veras hay humor de derechas y humor de izquierdas? ¿Hasta este punto estamos llegando? Si precisamente las primeras obras escritas desde la antigüedad clásica se limitaban a ridiculizar el poder... Hoy, miles de años después, ¿de veras hay que pedir perdón por hacer humor? La Comedia nació antes que la Tragedia.

¿De veras y gratuítamente... todos cuanto me respondéis en serio me regaláis un nuevo tema de humor sobre el que escribir?

Pues gracias. No cambiéis... Y dadme tema de regocijo. Dadme temas, que tengo para todos.

Porque el mayor sentido que puede tener una persona, es el sentido del humor.

Y no pienso defraudar.

domingo, 17 de diciembre de 2023

-- Los Reyes Magos, existen.

La vida empieza con engaños y acaba en desengaños... Eso dicen y me niego a creerlo.

Ya hoy sé con certeza que sabes quiénes son los Reyes Magos. Aunque no digas nada, aunque finjas no oír o mirar hacia otro lado cuando los anuncios de la tele proclaman a los cuatro vientos (¡qué poco tacto!) lo baratos que valen los juguetes aquí y las facilidades para pagarlos allá.

Es curioso y yo también lo viví. Curioso que seas tú ahora quien pretenda engañarme aparentando que no lo sabes, como si te diera cierta lástima partirme la ilusión de pensar que creo que sigues creyendo en ellos, en los Reyes Magos de Oriente.

Curioso es, que cada año de puntillas y sin respirar penetrara en tu dormitorio a las tantas de la noche para llenar de caramelos tus zapatos. Ssss.... Y ese "ssss..." es ahora el mismo silencio que tú guardas, lo sé, cuando te haces la dormida y me dejas hacer; como no queriendo darme la mala noticia de que sabes que los Reyes somos mamá y yo.

Ahora, te toca fingir a ti, mi vida, mi cielo, mi niña guapa que se hace mayor.

No dejes de creer en Ellos, María Jesús. No dejes de creer en Melchor, Gaspar y Baltasar. Porque no hay nada de falso en ellos. No hay engaño. No hay truco: existen como existen las Ilusiones. Existen como existieron para mí y antes de mí para mis padres y antes de mis padres para mis abuelos. Existen, mi reina.

No digo que sean ellos quienes llenan tu dormitorio de caramelos y el salón de casa de globos y juguetes.

Pero sí puedo asegurarte que son ellos los que guían las manos de tus padres a hacerlo cada año. Y las seguirán guiando año tras año y año tras año, hasta que te convenzas de que verdaderamente existen. De que no te fallan. De que son puntuales, tanto o más que el paso del tiempo y el ir cumpliendo años.

Las Ilusiones se hacen realidad, María Jesús. Tú misma, hace casi trece años, eras una Ilusión en la mente o en los sueños de tus padres: y aquí estás, hecha ya una mozuela a la que no puedo querer más de lo que quiero.

No sé qué mano te trajo, no sé qué dedos dejaron hace casi trece años mis zapatillas repletas con un sólo caramelo: Tú.

Pero sí sé que mi Ilusión se hizo Realidad y que esa Realidad eres hoy Tú.

Cree siempre en tus Reyes Magos, mi vida, sin importarte demasiado quiénes son. Están ahí y ahí siempre los tendrás. La Realidad tiene nombres y apellidos: la Ilusión se basta sola.

Y si este año me oyes tropezar con la puerta cuando vaya a llenar tus zapatos de caramelos, sssssssssssssssssss.... cierra los ojos y piensa que mi larga barba se ha enredado en mis babuchas orientales.

No soy tu padre: soy el instrumento de tus Reyes Magos.

Te quiero.


viernes, 15 de diciembre de 2023

-- Hay días....

     Hay días que uno piensa, que nunca pasa nada.  Lo cantaba mi tocayo Jesús Silva, aunque la letra no fuera de él ni falta que le hacía... que bastaba simplemente su voz para convertir un trueno en una llovizna de abril.
     Hay días que uno piensa, que nunca pasa nada.
     Te levantas sin saber por qué, abrazado a la almohada.
     Hay días en que no se sabe qué duele más, si seguir acostado o saltar de la cama.
     Hay días en que no sabes el precio de un sueño... y ni mucho menos, si te conviene hacerlo efectivo cuando abra el banco por la mañana.
     Hay días que uno piensa, que nunca pasa ni pasará nada.
     A torpes pasos si llegas al baño. Milagro si encuentras la luz a la primera. Te preguntas si sales de un mal o buen sueño... o si de una mala resaca.
     Y lo peor de todo, es no preguntarte siquiera. No preguntarte nada y seguir tanteando la pared, en busca del interruptor.
     Hay días que uno piensa, que nunca pasa nada.
     Un día, sin saber por qué, dejas de afeitarte porque odias ese feo espejo que no te devuelve otra cosa que una fea mirada.
     Si las cejas crecieran como la barba, si a las cejas llegara la barba...
     Si el espejo, ¡por un día!, no reflejara mi mirada...
     Y es que hay días... que parece que no pasa nada.
     Y mientras me visto, te recuerdo: a ti, a ti, a ti...
     Me hiciste, amigo, emborrachar ayer.
     Me hiciste, ¿quién eres?, humillarme, mujer.
     Me hiciste, amiga, ir de tu mano por Granada.
     Hay días, en que parece que no pasa nada...
     Y sin embargo, cabalgan a mis lomos mil fantasmas.
     Y mientras bajo a la calle, mudo, sordo, soñoliento y sin mirada;
     algo que arrastro desde que salí de la cama
     viene a decirme al oído, como un viento del sur:
     que hay días que no pasa nada...
     Si con el día, no vienes Tú.